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Santa María Faustina Kowalska
Extraído de su Diario sobre la Divina Misericordia.
Escribe sobre Mi bondad lo que te venga a la cabeza.
Contesté: Pero, Señor, ¿si escribo demasiado? Y el Señor me respondió: Hija Mía, aunque hablaras todas las lenguas de los hombres y de los ángeles a la vez, no dirías demasiado, sino que glorificarías Mi bondad, Mi misericordia insondable, apenas en una pequeña parte.
Oh Jesús mío, Tú Mismo pon las palabras en mi boca para que pueda adorarte dignamente.
Hija Mía, quédate tranquila, haz lo que te digo. Tus pensamientos están unidos a Mis pensamientos, pues escribe lo que te venga a la cabeza. Tú eres la secretaria de Mi misericordia; te he escogido para este cargo en ésta y en la vida futura. Quiero que así sea, a pesar de todos los obstáculos que te pondrán. Has de saber que no cambiará lo que Me agrada.
En aquel momento, profundamente humillada, me sumergí ante la Majestad de Dios. Pero cuanto más me humillaba, tanto más me penetraba la presencia de Dios...
Actualmente recibo cartas de las hermanas que están en otras casas y con las cuales estuve en el noviciado. A veces me hacen reír mucho y me divierten. Son de esta clase: “Querida Sor Faustina, lamentamos mucho de que esté tan gravemente enferma, pero nos alegramos mucho de que cuando el Señor Jesús la lleve, usted, hermana, rezará por nosotras, porque usted puede mucho ante el Señor.” Una de las hermanas se expresó de este modo: “Cuando usted muera, hermana, rodéeme de su protección especial, ya que me lo podrá hacer seguramente.” Una de las hermanas se expresó así: “Yo espero con impaciencia que el Señor Jesús la lleve, ya que sé lo que sucederá y deseo mucho la muerte para usted, hermana.” Quise preguntarle qué era lo que pensaba de mi muerte, pero me mortifiqué y contesté: De mí, pecadora, será lo mismo que de todos los pecadores, si la misericordia de Dios no me protege.
+ Me relaciono a menudo con almas agonizantes impetrando para ellas la misericordia de Dios. Oh, qué grande es la bondad de Dios, más grande de lo que nosotros podemos comprender. Hay momentos y misterios de la Divina Misericordia de los cuales se asombran los cielos. Que callen nuestros juicios sobre las almas, porque la Divina Misericordia es admirable para con ellas.
Hoy, durante la Hora Santa pedí al Señor Jesús que se digne instruirme sobre la vida interior.
Cuando esta imagen fue expuesta, vi un vivo movimiento de la mano de Jesús que trazó una gran señal de la cruz. Por la noche del mismo día, al acostarme, vi que la imagen estaba pasando sobre una ciudad y aquella ciudad estaba cubierta de redes y de trampas. Jesús, al pasar cortó todas las redes y por fin trazó una gran señal de la santa cruz y desapareció. Y yo me vi rodeada de muchas figuras malignas que ardían de gran odio hacia mí. De sus bocas salían diferentes amenazas, pero ninguna me tocó. Después de un momento esa visión desapareció, pero no pude dormirme durante mucho tiempo.