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3 noviembre 2026

COMENTARIO AL SALMO II. El Cielo

Ignacio Domínguez
«beati qui confidunt in eo» El Cielo

Los que confían en Dios
Muchas veces Jesús hizo un llamamiento a sus discípulos para que ahondasen en la confianza: Confidite: ego vici mundum (Jn 16, 33): tened confianza: yo he vencido al mundo.
Los que se rebelaron contra Dios, también se rebelarán contra los que son de Dios y les harán la guerra.
Pero es inútil: Cristo ha vencido las fuerzas del mal.
Confidite: ego sum (Mc 6, 50): tened confianza: soy yo.
A veces es el mar de las propias pasiones quien intenta anegar la vida espiritual. ¡Confiad! Es el momento de gritar con fuerza llamando a Jesús, seguros de oír al momento su palabra llena de calor: ecce adsum... ego sum: Soy yo... aquí estoy.
Confidite... Confidite... Confiar siempre en Dios.
Ahí está la felicidad: beati qui confidunt in Eo: Dichosos los que ponen en Jesús su confianza: y lo aclaman como Rey en Sión su monte santo; y lo adoran como Hijo eternamente engendrado por Dios;
y lo acatan como Heredero que toma posesión de su herencia;
y le obedecen como detentador del cetro real.
¿Que en Rusia, no hace muchos años, se levantó una estatua a Judas por haber dado muerte al Dios de los cristianos? Confidite: Judas se ahorcó colgándose de un árbol; y desde entonces hay muchos árboles que llevan de ese mismo fruto.
¿Que existen luchas, programadas hasta el último detalle, para destruir el carácter de la Iglesia?
Confidite: Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Cristo estará en su Iglesia hasta la consumación de los siglos.
Donde hay hombres, hay hombradas. Y las hombradas que intentan desbancar a Dios —dirumpamus... proiieiamus— son absurdas.
Por eso dice muy bien San Agustín, comentando este verso del Salmo 2, que «si beati qui confidunt in Eo, miseri qui confidunt in se»: así como son dichosos los que confían en Dios, desdichados son los que confían en sí mismos, los que ponen su confianza en la riqueza, en los honores, en las armas, en su fuerza física, o en su capacidad intelectual... Como hombres que edifican sobre arena, verán que todo se les viene abajo causando su ruina total: el hombre es vaso de barro, es débil, quebradizo... Infeliz el que sólo se apoya en sí mismo.
Estamos terminando ya el comentario del Salmo 2. Y el autor inspirado nos hace un supremo llamamiento: Beati qui confidunt in Eo... Dichosos los que confían en El: ¿en quién? En Aquel que habita en los cielos, que se ríe y se burla de quienes se le oponen y rechazan, pero que brinda la bienaventuranza eterna a los que se le entregan.
Non est quo fugias a Deo irato, nisi ad Deum placatum fugias: no puedes huir de la ira de Dios, a no ser refugiándote en su misericordia. Vis fugere ab ipso? Fuge ad ipsum: ¿Quieres huir del castigo de Dios? Corre hacia Dios, dice san Agustín.
Correr hacia Dios, que nos recibe con los brazos abiertos, como Padre amantísimo.
Correr hacia Dios, es correr hacia el cielo, hacia la felicidad del cielo.