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24 octubre 2026

MARIA. LA MEJOR VOCACIÓN

LA MEJOR VOCACIÓN
¿Cuál es la mejor vocación para mí? La que tengo, sin duda. ¿Y para ti? La que tienes, la que Dios te ha dado. Soñar en otra cosa es perder el tiempo y comenzar a aproximarse a la propia destrucción (autodestrucción sería, puesto que somos libres, y solamente nosotros seríamos los culpables de un accidente semejante). El frenético afán de querer ser «uno mismo» —qué pocos saben lo que esto quiere decir—, pasando, si es preciso, por encima del «cadáver de Dios», no puede conducir a otra parte que al lugar de la desesperación de la que habla Kierkegaard: «uno desespera de querer ser sí mismo». ¿No será esto terrible en el infierno? Querer ser uno mismo y no poder con¬seguirlo jamás, porque ya se ha caído en el «vacío» de Dios, en el abismo profundo donde uno ha naufragado con la propia vocación, infinitamente lejos del auxilio divino, de la gracia indispensable para «realizarse» uno mismo de acuerdo con las profundas exigencias de la humana naturaleza y de la singular personalidad creada por Dios. Hay que ir con mucho cuidado para no dejarse seducir por los tópicos del momento, por las ambiguas frases en boga.
En rigor, nadie puede «autorrealizarse» (aunque sí «autodestruirse»), pues, sin la gracia, todo esfuerzo por alcanzar la única plenitud verdadera —la querida por Dios para cada uno— es inútil. Sin mí nada podéis hacer, dice el Señor. Por eso la Virgen dice: Hágase en mí según tu palabra. No dice: «Voy a hacer...» Ella pondrá toda su alma, toda su mente, todo su corazón inmaculado, todas sus fuerzas. Pero quien hará las cosas será Dios. Dios la llevará a la cumbre de la gloria. Dios es quien realizará en Ella una obra maestra, como jamás habrá otra.
ANTONIO OROZCO