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20 octubre 2026

COMENTARIO AL SALMO II. Aprovechamiento del tiempo

Ignacio Domínguez
«in brevi» Aprovechamiento del tiempo

La brevedad del tiempo
Hoc autem dico vobis, fratres: tempus breve est: Os digo, hermanos míos, que el tiempo es breve: por lo cual importa que los que tienen mujeres vivan como si no las tuvieran; los que lloran, como si no llorasen; los que gozan, como si no gozasen; los que compran, como si no poseyesen... ¡porque la figura de este mundo es pasajera! (1 Cor 7, 29).
A veces vivimos como si todo esto no pasase nunca; como si fuese estable, permanente, imperecedero. Pero no es así. Por eso, Jesucristo nos advierte en el Evangelio la locura de aquel hombre necio que se instaló cómodamente en sus graneros ensanchados (Lc 12, 20): alma mía, come, bebe, date a la buena vida... Estúpido, esta misma noche te pedirán el alma.
El tiempo —así lo enseña Bossuet— puede ser medido y valorado de dos maneras distintas: una, considerando el tiempo en sí mismo; otra, comparándolo con la eternidad.
En el primer caso, el tiempo puede parecer largo; en el segundo, es nada más un instante; en el primer caso, vale bien poco; en el segundo, es precio para comprar la eternidad: tiene un valor inconmensurable, vale más que el oro y las perlas, más que los ricos perfumes, más que la creación entera.
Cosa de tanto valor —talento que nos da Dios— no puede ser malversada, menospreciada, enterrada por la desidia del siervo perezoso (Mt 25, 14-30).
El demonio engaña al hombre de mil maneras para que malgaste el tesoro del tiempo: lo hace caer en flagrantes contradicciones:
si se trata de ordenar la propia vida, de con¬vertirse, de rezar..., el hombre dice: Ya habrá tiempo para pensar en esas cosas: la vida es larga: ya cambiaré, ya me confesaré...
si se trata de gozar, de divertirse, de volcarse en el hedonismo más feroz..., el hombre dice: Apuremos la copa del placer, que el tiempo pasa pronto; comamos y bebamos que mañana moriremos (1 Cor 15, 32).
Pero no es así: en ambos casos el tiempo es breve: tempus breve est (1 Cor 7, 29). «Breve est quidquid finem habet» (San Agustín): breve es todo lo que tiene fin.
Y el tiempo tiene fin: es breve.
— Breve es la gloria humana, la riqueza, el placer, la belleza...
Oigo que alguien me grita: ¡Clama!
¿Qué he de clamar?
Que toda criatura es hierba y su gloria es como flor del campo: se marchita la hierba y se seca la flor, cuando las alcanza el soplo de Yahveh (Is 40, 6).
Todo eso tendrá fin: es breve. No se puede anteponer a los bienes que perduran y son eternos.
—Breve es la vida entera del hombre...
No podemos autoengañarnos como el mercena¬rio que dice: Mi amo tarda en venir, y se dedica a comer y a beber y a embriagarse: porque vendrá el amo de ese siervo en el momento en que menos lo espera, y lo partirá de por medio, y le deparará la misma suerte que a los infieles (Lc 12, 45).
Hay que trabajar mientras es de día (Jn 9, 4), desarrollando al máximo los talentos (Mt 25, 14), gozosos de servir a Dios.