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3 agosto 2026

LA DIVINA MISERICORDIA

Santa María Faustina Kowalska
Extraído de su Diario sobre la Divina Misericordia.
+ Cuando fui a la adoración, sentí la cercanía de Dios. Después de un momento vi a Jesús y a María. Esta visión llenó mi alma de alegría y le pregunté al Señor: ¿Cuál es tu voluntad, Jesús, en esta cuestión en la que el confesor me ordena preguntar? Jesús me contestó: Es Mi voluntad que esté aquí y que no se dispense a sí mismo.
Y pregunté a Jesús si estaba bien la inscripción: “Cristo, Rey de Misericordia”. Jesús me contestó: Soy Rey de Misericordia, y no dijo “Cristo”. Deseo que esta imagen sea expuesta en público el primer domingo después de Pascua de Resurrección. Ese domingo es la Fiesta de la Misericordia. A través del Verbo Encarnado doy a conocer el abismo de Mi misericordia.
+ Sucedió que, tal y como el Señor había pedido, el primer acto de veneración a esta imagen por parte del público tuvo lugar el primer domingo después de Pascua. Durante tres días la imagen estuvo expuesta en público, y recibió la veneración pública porque había sido colocada en Ostra Brama, en un ventanal, en lo alto, por eso se la veía desde muy lejos. Durante esos tres días en Ostra Brama fue celebrada con solemnidad la clausura del Jubileo de la Redención del Mundo, el 19 centenario de la Pasión del Salvador. Ahora veo que la obra de la Redención está ligada a la obra de la misericordia que reclama el Señor.
+ Hasta aquí se pudo soportar todo. Pero cuando el Señor me pidió que pintara esta imagen, entonces, de verdad, empezaron a hablar y a mirarme como a una histérica y una exaltada, y eso empezó a propagarse aún más. Una de las hermanas vino para hablar conmigo en privado. Y se puso a compadecerme. Me dice: Oigo hablar que usted, hermana, es una exaltada, que tiene algunas visiones. Pobre hermana, defiéndase de ello. Fue sincera aquella alma y lo que había oído me lo dijo con sinceridad. Pero tuve que oír cosas semejantes todos los días. Solamente Dios sabe cuánto eso me atormentaba.
Una noche estaba yo de guardia y sufría tanto en el alma por esta imagen que debía pintar, que ya no sabía qué hacer: los continuos intentos de hacerme creer que era una ilusión y por otro lado, un sacerdote me dijo que quizás a través de esta imagen, Dios quisiera ser adorado, por eso se debía procurar pintarla. Pero mi alma estaba muy cansada. Al entrar en la pequeña capilla, acerqué mi cabeza al tabernáculo y llamé, y dije: Jesús, mira qué grandes dificultades tengo por esta imagen, y oí una voz que salía del tabernáculo: Hija Mía, tus sufrimientos ya no durarán mucho tiempo.
+ Una vez, cuando estaba en [el taller] de aquel pintor que pintaba esa imagen, vi que no era tan bella como es Jesús. Me afligí mucho por eso, sin embargo lo oculté profundamente en mi corazón. Cuando salimos del taller del pintor, la Madre Superiora se quedó en la ciudad para solucionar diferentes asuntos, yo volví sola a casa. En seguida fui a la capilla y lloré muchísimo. Le dije al Señor: ¿Quién Te pintará tan bello como Tú eres?
Como respuesta oí estas palabras: No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en Mi gracia.