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25 agosto 2026

COMENTARIO AL SALMO II. Actitud de servicio

Ignacio Domínguez
« Servíam!» Actitud de servicio

El gozo de servir
El otro enemigo del hombre es el demonio.
Es enemigo del hombre porque es enemigo de Dios.
Hace ya mucho tiempo, dijo en el cielo: Non serviam, y su grito ha sido demasiado fecundo.
Pero de este enemigo nos libra también Jesucristo, que no vino a ser servido sino a servir: hasta dar la vida por los hombres (Mt 20, 28).
Hay una escena en el Evangelio profundamente aleccionadora: al comienzo de la vida pública, en el desierto:
Todo esto te daré, si te postras ante mí y me adoras.
Apártate, maldito: «solo Deo servies»: sólo a Dios servirás.
El demonio entonces lo dejó durante algún tiempo (Lc 4, 7). Pero volverá. Volverá otra vez. Hasta que hayamos asumido por entero, y para siempre, la salvación de Cristo en la Cruz: entonces princeps huius mundi eiicietur foras: el demonio será arrojado fuera, eternamente fuera (Jn 12, 31).
Como el Evangelio dice que el siervo no sabe lo que hace su señor (Jn 15, 15), algunos autores han pensado que el servicio es propio de criados, y que por lo tanto quedan excluidos los hijos: Las palabras del Salmo 2 estarían en planos inferiores a la filiación.
Pero si recorremos las páginas del Nuevo Testamento, nos encontraremos que la realidad es muy otra: servir es ciertamente propio de esclavos. Pero también el hijo puede servir.
De esta manera, vemos cómo los Apóstoles se consideran siervos de Dios; lo mismo los ánge¬les y también los santos del cielo: todos son ministros y servidores del Dios vivo; la misma Virgen Santísima, llena de gracia, bendita entre todas mujeres, se entrega como esclava del Señor (Lc 1, 38); y más aún, Jesucristo es, en toda su plenitud, el Sier¬vo de Yahveh. Ante estos ejemplos magníficos, «¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un "serviam" —¡te serviré, te seré fiel!— que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía de los que dicen "non serviam"?» (Camino, n. 413).
Servite Domino: así nos dice el Salmo 2. Servid al Señor.
Pero nuestro servicio debe ser alegre. Por eso añade: exsultate ei: ¡alegraos! Servite et exsultate: es el servicio gozoso del alma a su Dios.
Por eso, comenta muy bien Ludolfo de Sajonia: voluntarle et hilariter servite per coráis devotionem et elevationem in Deum: servid gozosa¬mente y con ganas: devoción en el alma, elevación hasta Dios.
Dionisio Cartujano aún matiza más: gaudete in exercitiis cultus divini, in laudibus Dei, in omni eius obsequio, praesertim in contemplatione ac dilectione ipsius: que os llenéis de alegría en el culto divino, en alabanza de Dios, en los más pequeños detalles de servicio, en su amorosa contemplación.
Es todo un programa: servite exsultantes: servid con alegría.
Un programa que puede iluminar la vida —toda la vida— de un hombre de Dios: «Mi gozo es servir» (Escrivá de Balaguer).