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Ignacio Domínguez
El error, adulterio del alma
Intelligite... erudimini... Las palabras del sal¬mista son una invitación a superar el error y la ignorancia: el error, la ignorancia, es como un adulterio del alma.
El alma está hecha para la verdad. Si el error se introduce en el alma lo hace como adúltero, indebidamente, con flagrante injusticia.
Por lo tanto, injustos los que enseñan un Evangelio distinto, vaciador de la cruz, la abnegación y el seguimiento de Cristo;
injustos los que, en el campo religioso, empujan las almas a un trágico escepticismo disolvente de la inteligencia humana;
injustos, y aún mil veces injustos, los que, con pretexto de caridad, predican una palabra puramente humana, que no lleva en sus pliegues el mensaje de la Salvación.
Hay que estar vigilantes: «A los cristianos que quieren ser fieles a su vocación, se les exige, hoy más que nunca, el coraje de la verdad», así lo dice Pablo VI: que la fe del creyente sea sin grietas, sin resquebrajaduras; que cada uno —en esta época de tanta miseria y de tanta penuria de verdad— esté dispuesto a amar la verdad hasta el fin: hasta dar su vida por la verdad.
¿Y qué es amar la verdad de verdad? Aquí nos da la respuesta Santa Teresa de Ávila, que la oyó de labios del mismo Jesús: «¡Ay, hija, qué pocos me aman de verdad! Que si me amasen, no les encubriría yo mis secretos. ¿Y sabes qué es amarme con verdad? Entender que todo es mentira lo que no es agradable a mí» (Santa Teresa de Jesús, Autobiografía, cap. 40).
Mentira —porque no le agrada a Dios— el levantamiento de los hombres, sus bramidos de fieras, los planes vanos que trazan; mentira sus consignas y gritos diabólicos para romper el yugo suave de Cristo, los vínculos de amor con que los atrae;
mentira la vida de los que no rezan ni hacen apostolado, de los que no viven la filiación divina ni tienen como centro el Sacrificio de la Cruz.
Obrad con sabiduría
Intelligite... erudimini... San Atanasio interpreta así: ad poenitentiam convertimini: ¡Convertíos! ¡Haced penitencia! El mundo querrá llevaros por caminos de hedonismo y comodidad; el mundo aborrece la Cruz. Por eso, nolite configurari huic mundo, no os configuréis según la mentalidad del mundo: ad poenitentiam convertimini. Es necesario recoger ese mensaje de penitencia, camino estrecho, conversión a Cristo.
Ludolfo de Sajonia dice: Intelligite quae dicta sunt et guanta Filius facit: ac intelligenter agite: conoced la doctrina revelada, sed sensibles a la acción de Dios... ¡y obrad en consecuencia!
Así lo hicieron los Apóstoles: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto, lo que nuestras manos tocaron acerca del Verbo de la Vida... os lo anunciamos también a vosotros (1 Jn 1,1).
Esto significa que cada uno de nosotros debe estar dispuesto a dar doctrina: doctrina buena, doctrina católica, doctrina de siempre en la tradición de la Iglesia. Que se pueda decir de nosotros lo que decían de los primeros cristianos: Ecce replestis Ierusalem doctrina vestra (Hech 5, 28): lo habéis llenado todo con vuestras enseñanzas.
Esta era la acusación de los fariseos al ver la difusión del Evangelio. Rabian ante el amor.
Hoy los tiempos son parecidos: existen ingentes sectores que sanam doctrinam non sustinebunt (2 Tim 4, 3): no soportan la doctrina verdadera, sana, espiritual.
Pero Cristo nos quiso luz del mundo y sal de la tierra (Mt 5, 1). Y es una gran responsabilidad: Cuidado con poner la luz bajo el celemín, con enterrar los talentos, con dejar que se extinga el aceite de las lámparas...
Vosotros sois luz y sal... ¡intelligenter agite!: obrad con sabiduría.
Intelligenter agite: no dar palos de ciego, ni actuar como quien azota el aire;
Intelligenter agite: hablar con don de len¬gua, hacer atractivo el mensaje de Cristo;
Intelligenter agite: ¿Por qué los hijos de las tinieblas van a ser más sagaces que los hijos de la luz?
Terminamos la meditación. Es necesario dar doctrina. Doctrina buena.
¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos meditan planes vanos... contra Dios y contra su Ungido? «Quare?» Por ignorancia, en la mayoría de los casos. «La ignorancia es el mayor obstáculo para que se lleve a cabo la redención de las almas». Como decía Tertuliano desinunt odisse qui desinunt ignorare: dejan de odiar en cuanto dejan de ignorar. Por eso, precisamente por eso, urge cada vez más el darles doctrina: al mundo hay que transformarlo de salvaje en humano y de humano en divino. Y es tarea nuestra.
Sancta Maria, Sedes Sapientiae —trono de la Sabiduría— ¡ruega por nosotros!