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30 junio 2026

COMENTARIO AL SALMO II. Las peticiones de la oración

Ignacio Domínguez.
Las peticiones de la oración

Es indudable que nosotros, en tantas ocasiones, nos asemejamos a niños pequeños, caprichosos, insensatos, que quieren jugar con unas tijeras...
Nescitis quid petatis —dice el Señor: No sabéis lo que pedís. Esto es verdad, y el mismo san Pablo lo comprueba en más de una ocasión: Quid oremus sicut oportet nescimus: no sabemos pedir según conviene.
Nos es muy importante, en esta meditación, con humildad, con sencillez, acercarnos a Jesús, y de¬cirle: Domine, doce nos orare: enséñanos a orar. La respuesta viene inmediata: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos...
El Padrenuestro es la oración de los hijos de Dios; y el Padrenuestro está compuesto por un entramado perfecto de siete peticiones, las siete cosas que necesita el hombre para alcanzar la ple¬nitud:
Primero, el honor de Dios, los intereses de Dios, la gloria de Dios: santificado sea tu nombre, ven¬ga tu reino, hágase tu voluntad...
Después el hombre, sus necesidades personales: danos el pan de cada día, perdónanos nuestras deudas, no dejes que la tentación nos venza, lí¬branos del Maligno que intenta perder nuestras almas.
El Catecismo de san Pío V (IV, 5, 1)* dice que estas cosas las hemos de pedir para todos los hom¬bres sin excepción alguna: orandum est pro ómni¬bus sine ulla exceptione, según aquello que man¬da el Apóstol: Quiero que se haga oración por to¬dos los hombres: pro ómnibus hominibus:
pro beatissimo Papa nostro:
por nuestro santo Padre, el Papa, que el Se¬ñor lo guarde y lo proteja; que lo haga feliz en la tierra, y no lo entregue a la saña de sus enemigos.
por Antistite huius dioecesis:
por nuestro Obispo: para que viva y realice su ministerio pastoral con fortaleza: in fortitudine: con la fortaleza de Dios.
pro fratribus nostris:
por nuestros hermanos: sálvalos. Señor, que son hijos tuyos, y tienen puesta en ti su es-peranza: salvos fac servos tuos, Deus meus, sperantes in Te.
pro ómnibus hominibus:
por todos los hombres del mundo: gobiérna¬los tú, Señor, y pon en su corazón ansias de altura: extolle illos usque in aeternum: que tengan visión de eternidad.
Ascendit precatio et descendit Dei miseratio —dice san Agustín—: sube al cielo nuestra súplica, y se vuelca sobre nosotros la misericordia de Dios.
La misericordia de Dios, su gracia para todos aquellos por quienes Jesucristo murió en la Cruz; la misericordia de Dios, recabada por nuestra ora¬ción, para todos aquellos que Dios nos da como heredad desde el uno al otro confín de la tierra.
Terminamos. Modelo de oración, de petición confiada, la Virgen.
«María, Maestra de oración. —Mira cómo pide a su Hijo, en Caná. Y cómo insiste, sin desani¬marse, con perseverancia. — Y cómo logra. — Aprende» (Camino, 502).