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5 mayo 2026

COMENTARIO AL SALMO II. Sión, el monte santo de Dios

Ignacio Domínguez
Sión, el monte santo de Dios Sión es monte santo
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La Iglesia es santa e inmaculada: sin mancha ni arruga ni nada semejante (Efes 5, 27).
Así de claro habla el Apóstol San Pablo: aunque hay algunos que no acaban de enterarse:
santa por su fundador, que es Jesucristo;
santa por su fin, totalmente sobrenatural;
santa por sus dogmas, verdades reveladas, de las que sale garante el mismo Dios;
santa por sus sacramentos, acciones que tienen por autor al mismo Cristo, con los cuales concede la gracia ex opere operato;
santa por la vida divina que en ella se da, aunque no todos y cada uno de sus miembros la posean y la vivan: trigo y cizaña, vírgenes necias y sabias, siervos buenos junto a siervos perezosos, en la Iglesia hay justos y pecadores. Pero la Iglesia como tal es santa y desea que sean santos todos sus miembros.
La palabra Sión, para San Agustín, significa Contemplación. Y a su juicio, ninguna cosa representa con más propiedad que a la Iglesia, ya que en la Iglesia es donde quotidie —cada día— intentio erigitur —se eleva el ánimo— speculandae caritatis Dei — a la contemplación de la claridad de Dios—.
Todos contemplativos, en Sión, monte santo:
contemplativos en el claustro, los religiosos;
contemplativos en mitad de la calle, todos los demás fieles.
Terminamos nuestra meditación con un acto de fe: Creo en la santa Iglesia: católica, apostólica, romana: Dice Camino: «Católico, apostólico, ¡romano! Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu "romería", "videre Petrum" para ver a Pedro» (camino, n. 520).
Y desde Roma, Pedro, el Papa Pablo VI, ante la avalancha de abusos que continuamente se están introduciendo, hace un llamamiento a todos: también a nosotros:
renovación, sí; cambio arbitrario, no;
historia siempre viva y nueva de la Iglesia, sí; historicismo disolvente del compromiso dogmático tradicional, no;
integración teológica según las enseñanzas del Concilio, sí; teología conforme a libres teorías subjetivas, a menudo tomadas de fuentes adversarias, no;
— Iglesia abierta a la caridad ecuménica, al diálogo responsable y al reconocimiento de los valores cristianos entre los hermanos separa¬dos, sí; irenismo que renuncia a las verdades de la fe, no.
La Virgen María es la Madre de la Iglesia. Y, desde el comienzo, los fieles perseverabant cum Maria, Mater Iesu (hech 1, 14): perseverar en la Iglesia, fieles a la Iglesia, bajo la mirada maternal de Santa María.