-
Ignacio Domínguez.
«Praedicans praeceptum» (II) El mandamiento nuevo
Un mandamiento nuevo os doy: que os améis
En la meditación anterior hemos visto que «predicar el precepto» equivalía a la predicación del Evangelio: la ley nueva, la ley de Cristo.
Pues bien, esta ley nueva, tiene también un mandamiento nuevo: el mandamiento del amor fraterno: un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Jn. 15, 12).
¿Por qué nuevo?
nuevo... porque en la vieja ley se mandaba amar al prójimo como a uno mismo, aquí empero Cristo manda amar como ama El;
nuevo... porque nos despoja del hombre vie¬jo a que hace referencia san Pablo, y nos reviste del hombre nuevo creado en justicia y santidad verdaderas (Efes 4, 24);
nuevo... porque nos purifica de la vieja le¬vadura para que celebremos nuestro gozo pascual con ázimos nuevos de pureza (1 Cor 5, 7);
En Cristo todo es nuevo:
nueva es la doctrina que El enseña con autoridad (Mc 1, 27), y nueva la alianza sellada en su sangre (Lc 22, 20);
nueva es la vida de los cristianos (Rom 6, 4), y nuevas también las lenguas que estos mismos cris¬tianos hablarán (Mc 16 ,7);
nuevo el nombre que poseerán aquellos que han sido fieles a Dios, y nuevo también el cántico que cantarán por eternidad de eternidades.
Dice Jesús: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando... Y esto os mando: que os améis, que si el mundo os odia, a mí me odió primero (Jn 15, 14).
En base a la amistad que nos une con El, Jesucristo nos manda amar a los hermanos.
probamos que queremos a Jesucristo si cumplimos lo que Él nos manda.
lo que nos manda es: que os améis como yo os he amado.
Más aún: este amor, esta amistad con Cristo, que se traduce en fraternidad con todos los hombres, es el que nos hace fuertes para no ser destrozados por el odio que proviene del mundo.
Es como si dijese: el mundo ciertamente os odiará: también me odió a mí. Para hacerle frente, para que su odio no pueda con vosotros, amaos mutuamente: como Yo os he amado.
Recomendación apostólica: Estote fraternitatis amatores. La frase es de san Pedro: sed amantes de la fraternidad, creadores de verdadero amor fraterno: un amor que os lleve a vivir y a querer la propia santidad y la de los demás. Es necesario «que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado, viviendo junto a los demás e igual que los demás, entregándonos a servir al Señor en el mundo, para dar a conocer mejor a todas las almas el amor de Dios: para decirles que se han abierto los caminos divinos de la tierra» (es cristo que pasa, número 21). Hay que reconocer a Cristo, que nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres. «Ninguna vida humana es una vida aislada, sino que se entrelaza con otras vidas. Ninguna persona es un verso suelto, sino que formamos todos parte de un mis¬mo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad».
A esto le llama el Fundador del Opus Dei: «bendita fraternidad»:
«Si no te veo practicar la bendita fraternidad, que de continuo te predico, te recordaré aquellas palabras entrañables de san Juan: «Filioli mei, non diligamus verbo neque lingua, sed opere et veritate» —hijitos míos, no amemos con la palabra o con la lengua, sino con obras y de verdad».
Amar con obras y de verdad: que así fue el Amor de Jesucristo.