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Más sobre la Humanidad de Jesucristo
Hay mil formas de entrar en contacto con la humanidad de Jesús: contemplar sus hechos y sus gestos, meditar su comportamiento, sus palabras, cada uno de los acontecimientos de su vida terrena, conservarlos en nuestra memoria, mirar su rostro en una imagen, adorarle en su Cuerpo en la Eucaristía, pronunciar su Nombre con amor y guardarlo en nuestro corazón, etc. Todo eso nos ayuda a hacer oración solamente con una condición: que esta actividad no sea una curiosidad intelectual, sino una búsqueda amorosa: «Busqué al amado de mi alma» (Ct 3, 1).
En efecto, lo que nos permite apropiamos plenamente de la humanidad de Jesús, y por ella entrar en comunicación real con el misterio insondable de Dios, no es la mera especulación de la inteligencia, sino la fe, la fe como virtud teologal, es decir, la fe animada por el amor. Sólo ella -y san Juan de la Cruz insiste extraordinariamente en este punto-, tiene el poder, la fuerza necesaria para hacemos entrar realmente en posesión del misterio de Dios a través de la persona de Cristo. Sólo ella nos permite alcanzar realmente a Dios en la profundidad de su misterio: la fe, que es la adhesión de todo el ser a Cristo, en quien Dios se nos da.
La consecuencia de todo esto, como hemos visto, consiste en que el modo de hacer oración para el cristiano es el de comunicamos con la humanidad de Jesús a través del pensamiento, de la mirada, de actos de la voluntad y según distintas vías a cada una de las cuales corresponde, por así decir, un «método de oración».
Un procedimiento clásico, por lo menos en Oriente, para entrar en la vida de oración es por ejemplo el que aconseja santa Teresa de Jesús: vivir en compañía de Jesús como con un amigo con el que se dialoga, al que se escucha, etc.:
«Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad, y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades, y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos, y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de aprovechar, y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo esta preciosa compañía, y se aprovechare mucho de ella, y de veras cobrare amor a este Señor, a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado» (Libro de la Vida, cap. 12).
Más adelante daremos nuevos ejemplos.