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28 abril 2026

COMENTARIO AL SALMO II. La Santa Iglesia: católica, apostólica, romana.

Ignacio Domínguez
«SUPER SlON, M0NTEM SANCTUM EIUS»
La Santa Iglesia: católica, apostólica, romana.

Una vez destruido el reino de la muerte, Jesús estableció su reino, la Iglesia, en Sión, su monte santo.
La Iglesia es reino de pobreza y sobriedad, de paz, de justicia, de santidad. Y en ella no hay más Rey que Jesucristo: ya que los reyes de la baraja no reinan sobre Sión. Ellos bien que lo intentan. Pero no pueden: son incapaces de subir. Por eso, mordidos por la envidia y la impotencia, tratan de hacer desmontes, de rebajar al Sión de Dios:
y hablan de los pecados de la Iglesia,
del absolutismo de la Iglesia,
del inmovilismo de la Iglesia...
Los reyes de la baraja quieren perder a la Iglesia:
quieren hacer de ella un conglomerado de pequeños reinos de taifas... ¡rompiendo la unidad!
presentan de ella una imagen desfigurada: injusta, opresora de las conciencias, aliada con los poderosos... ¡vulnerando su santidad!
y son negativos y cáusticos con ella, quebrando alas al afán misionero de muchos, a la expansión católica de la Iglesia, fuera de la cual no hay salvación.
finalmente, enseñan también, que no está asentada sobre la roca que es Pedro —y con él los demás apóstoles—, sino sobre arenas movedizas de tradiciones humanas: que debe cambiar sus doctrinas, sus dogmas, al compás de los tiempos, diluyéndose en un puro historicismo, y renunciando a la inviolabilidad del depósito sagrado.

Sión
Sión es una colina encuadrada entre los límites geográficos de Jerusalén.
Pero allí se ubica el Templo, y Sión adquiere un carácter trascendente: es la montaña de Dios, la ciudad del Dios vivo, la madre de todos los pueblos.
Dice el salmista: Bello promontorio, alegría de toda la tierra, el monte Sión es la ciudad del Gran Rey: y en sus alcázares, Dios se da a conocer (Sal 48, 2).
Sión es figura de la Iglesia. Los autores sagra¬dos abundan en esa interpretación:
La Iglesia es llamada Sión, porque tal es el nombre del monte santo en el que se manifestó la gloria de Dios (Ludolfo de Sajonia).
Sión, monte santo de Dios, es la Iglesia: porque es ciudad colocada en la altura.
Sión es tipo de la Iglesia también por esto: porque sólo en Sión, en el único Templo del judaísmo, se ofrecían sacrificios a Dios. Ahora, el único sacrificio infinitamente agradable a Dios sólo se ofrece en la Iglesia católica.
El monte Sión
Sión es un monte.
Sión significa la Iglesia.
Con estos datos, los Padres ponen de relieve dos características fundamentales de la Iglesia: La Iglesia se llama monte propter eminentiam et firmitatem: a causa de su elevación y su firmeza.
La Iglesia es alta, eminente; la Iglesia es firme, estable.
Alta en virtudes, elevada en la vida moral.
La Iglesia se asemeja al monte Sión, desde donde el pueblo de Dios oteaba el horizonte para ver quiénes se acercaban a la santa ciudad. Dé ese modo, tenían tiempo para prepararse: prepararse para recibirlos amistosamente, si venían en son de paz; prepararse para rechazarlos enérgicamente, si venían a destruir.
Virtud de la caridad, y virtud de la fortaleza: virtud es la actitud de la Iglesia que abre sus brazos a todos los hombres sin distinción de raza, de color, de posición social; y virtud es también la plegaria de su liturgia cuando reza a Dios: ut inimicos sanctae Ecclesiae humiliare digneris, te rogamus, audi nos: que te dignes humillar a los enemigos de la Iglesia, te rogamos, óyenos.
En uno y otro caso, en todos los casos, la Iglesia es «alta in virtutibus» como les gusta decir a los Padres: grandiosa por su virtud.
La Iglesia es, además, firme como roca, columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3, 5). Asentada sobre los Apóstoles, tiene al mismo Cristo como piedra angular.
Cuenta Chesterton que, en Heliópolis, reinaba un faraón que se consideraba todopoderoso: el amo del mundo. Pero una tarde, un mendigo se le acercó y le dijo:
Dame todo lo que tienes: tus ropas, tus banquetes, tu opulencia... El faraón soltó una carcajada:
Encerrad a este loco, dadle muerte en la prisión...
El pordiosero alzó su frente:
Yo soy más fuerte que tú: yo soy el tiempo. El mendigo recorrió la tierra: Babilonia, Nínive, Atenas, Cartago... Y en todas partes repetía su estribillo demoledor: Soy más fuerte que tú: soy el tiempo.
Una mañana, desde la plaza de San Pedro, subió hasta el Vaticano.
Pero allí, le salió al encuentro un anciano vestido de sotana blanca, amable, sonriente:
Bienvenido, tiempo. Yo soy más fuerte que tú: yo soy la eternidad.