Página inicio

-

Agenda

1 febrero 2026

TIEMPO PARA DIOS. ¿Es suficiente orar trabajando?

Algunas personas os dirán: «yo no tengo tiempo de hacer oración; pero en medio de mis actividades, en mi tarea, etc., intento pensar todo lo posible en el Señor, le ofrezco mi trabajo, y creo que eso basta como oración».
Y no están completamente equivocadas. Un hombre, una mujer, pueden permanecer en íntima unión con Dios en medio de sus actividades, de modo que esa sea su vida de oración sin necesidad de otra cosa. El Señor puede conceder esa gracia a quien carece de otra posibilidad. Por otra parte es muy deseable, evidentemente, volver a Dios con la mayor frecuencia posible en medio de nuestras ocupaciones. Es cierto, en fin, que un trabajo ofrecido y realizado para Dios se convierte en un modo de oración.
Una vez dicho esto, hay que ser realista: no es tan fácil permanecer unido a Dios mientras estamos in¬mersos en nuestras tareas. Por el contrario, nuestra tendencia natural es la de dejamos absorber comple¬tamente por lo que hacemos. Si no sabemos detenernos de vez en cuando, tomarnos unos momentos para no hacer otra cosa que no sea ocupamos de Él, nos resultará difícil mantener la presencia de Dios mientras trabajamos. Nos hace falta una reeducación previa del corazón, y el medio más seguro es la fidelidad a la oración.
Lo mismo sucede en las relaciones personales: un hombre se imagina que ama a su mujer y a sus hijos, pero lleva una vida tan activa que no es capaz de dedicarles unos momentos o estar disponible para ellos al 100 por 100. Sin ese espacio de tiempo gratuito el amor se asfixia enseguida, y al contrario, se dilata y respira en la gratuidad: Hay que saber perder el tiempo en favor de los otros. Con esta pérdida gana¬mos mucho: es un modo de entender las palabras del Evangelio: «El que pierda su vida la salvará».
Si nos ocupamos de Dios, Dios se ocupará de nuestras cosas mejor que nosotros mismos. Reconozcamos humildemente nuestra tendencia natural a estar demasiado apegados a nuestras actividades, a obsesionamos o apasionamos por ellas. Y sólo nos curaremos teniendo la prudencia de saber abandonarlas con regularidad, incluso las más urgentes o más importantes, para dar gratuitamente ese tiempo a Dios.