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Santa María Faustina Kowalska
Extraído de su Diario sobre la Divina Misericordia
El primer domingo después de la Pascua de Resurrección, es decir, Fiesta de la Misericordia del Señor, clausura del Jubileo de Redención. Cuando fuimos a esta solemnidad, el corazón me latía de alegría por estar unidas estas dos solemnidades tan estrechamente. Pedí a Dios la misericordia para las almas pecadoras. Cuando terminó el oficio y el sacerdote tomó el Santísimo Sacramento para impartir la bendición, súbitamente vi al Señor Jesús con el mismo aspecto que tiene en esta imagen. El Señor impartió la bendición y los rayos se extendieron sobre todo el mundo. De repente vi una claridad inaccesible en forma de una habitación de cristal, tejida de ondas de luz impenetrable a cualquier criatura o espíritu. Para entrar en la claridad [había] tres puertas y en ese instante Jesús, con el mismo aspecto que tiene en la imagen, entró en aquel resplandor a través de la segunda puerta, hasta el interior de la unidad. Es la Unidad Trinitaria que es inconcebible, infinita. Oí la voz: Esta Fiesta ha salido de las entrañas de Mi misericordia y está confirmada en el abismo de Mis gracias. Toda alma que cree y tiene confianza en Mi misericordia, la obtendrá. Me alegré enormemente de la bondad y de la grandeza de mi Dios.
En la meditación de las diez, el sacerdote habló de la misericordia de Dios y de la bondad de Dios para con nosotros. Dijo que cuando examinamos la historia de la humanidad, a cada paso vemos esta gran bondad de Dios.
Todos los atributos de Dios, tales como la omnipotencia, y la sabiduría contribuyen a revelamos este máximo atributo, es decir, la bondad de Dios. La bondad divina es el mayor atributo de Dios. Sin embargo, muchas almas que tienden a la perfección, no conocen esta gran bondad de Dios. Todo lo que el sacerdote dijo en esa meditación sobre la bondad de Dios, correspondía con lo que Jesús me había dicho [y] se refería exactamente a la Fiesta de la Misericordia. Ahora de verdad [he comprendido] claramente lo que el Señor me prometió y no tengo ninguna duda, la Palabra de Dios es clara y explícita.
Toda mi nulidad se ahoga en el mar de Tu misericordia; con la confianza del niño me arrojo entre Tus brazos, Padre de Misericordia, para compensarte de la desconfianza de tantas almas que tienen miedo de confiar en Ti. Oh, qué pequeño es el número de almas que Te conocen verdaderamente. Oh, cómo deseo que la Fiesta de la Misericordia sea conocida por las almas. La misericordia es la corona de Tus obras; Tú dispones todo con el cariño de la madre más tierna.
Un ardiente deseo de esta Fiesta inflama toda mi alma. En una ardiente oración por anticipar [la institución de] esta Fiesta encuentro un poco de alivio. Y empecé una novena según la intención de ciertos sacerdotes para que Dios les conceda luz e inspiración para tramitar la institución de esta Fiesta y para que el Espíritu de Dios inspire al Santo Padre en toda esta causa.
La novena consiste en una hora de adoración delante del Santísimo Sacramento. He rogado ardientemente a Dios por anticipar esta Fiesta y he pedido al Espíritu Santo que inspire a ciertas personas en toda esta causa. Termino esta novena el Jueves Santo.