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9 enero 2026

ENCONTRAR A JESÚS

1. Jesús perdido y hallado en el Templo. El dolor y la alegría de María y de José. Nosotros le perdemos por nuestra culpa.
Jesús creció en un clima de piedad y de cumplimiento de la Ley. Parte importante de ésta eran las peregrinaciones al Templo. Tres veces cada año celebraréis fiesta solemne en mi honor.:. Tres veces al año comparecerá todo varón ante Yahvé, su Dios. Estas fiestas eran las de Pascua, Pentecostés y la de los Tabernáculos, y, aunque no obligaban a ir al Templo a quienes vivían lejos, eran muchos los judíos de toda Palestina que se trasladaban a Jerusalén en alguna de esas fechas. La Sagrada Familia solía hacerlo en Pascua: Todos los años sus padres iban a Jerusalén por la fiesta de la pascua. Aunque sólo era obligatorio para los varones mayores de doce años, María, según se deduce del relato de San Lucas, acompañaba a José.
Nazaret dista de Jerusalén algo más de cien kilómetros por el camino más recto. Al llegar la Pascua solían reunirse varias familias para hacer el camino juntos, en cuatro o cinco jornadas.
Al ser ya el Niño de doce años cumplidos, subió a Jerusalén, según solían hacer en aquella fiesta. Terminados los ritos pascuales, se inicia la vuelta a Nazaret. En estos viajes, las familias se dividían en dos grupos, uno de hombres y otro de mujeres. Los niños podían ir con cualquiera de los dos. Esto explica que pudiera pasar inadvertida la ausencia de Jesús hasta que terminó la primera jornada, momento en el que se reagrupaban todos para acampar.
¿Qué sintieron y pensaron entonces? Parece inútil describirlo. Creyeron haber perdido a Jesús, o que Jesús les había perdido a ellos, y andaba solo, Dios sabe por dónde. La aglomeración a la salida de la ciudad y por los caminos que a ella conducen era muy grande en esos días. Aquella noche debió ser terrible para María y para José. Por la mañana, muy temprano, comenzaron a desandar el camino y se dirigieron de nuevo a Jerusalén. Pasaron tres días, cansados, angustiados, preguntando a todo el mundo si habían visto a un niño como de doce años... Todo inútil.
María y José le perdieron sin culpa suya. Nosotros le perdemos por el pecado, por la tibieza, por la falta de espíritu de mortificación y de sacrificio. Entonces, nuestra vida sin Jesús se queda a oscuras.
Cuando nos encontremos en esa oscuridad hemos de reaccionar enseguida y buscarle, hemos de saber preguntar a quien puede y debe saberlo: «¿Dónde está el Señor?».
«La Madre de Dios, que buscó afanosamente a su Hijo, perdido sin culpa de Ella, que experimentó la mayor alegría al encontrarle, nos ayudará a desandar lo andado, a rectificar lo que sea preciso cuando por nuestras ligerezas o pecados no acertemos a distinguir a Cristo. Alcanzaremos así la alegría de abrazarnos de nuevo a El, para decirle que no lo perderemos más.
»Madre de la ciencia es María, porque con Ella se aprende la lección que más importa: que nada vale la pena, si no estamos junto al Señor; que de nada sirven todas las maravillas de la tierra, todas las ambiciones colmadas, si en nuestro pecho no arde la llama de amor vivo, la luz de la santa esperanza que es un anticipo del amor interminable en nuestra definitiva Patria».