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22 enero 2026

QUINTO DIA DEL OCTAVARIO POR LA UNIÓN DE LOS CRISTIANOS

CRISTO Y LA IGLESIA
I. En la Iglesia encontramos a Cristo.
La misión de Cristo no terminó con su Ascensión a los Cielos. Jesús no es sólo un personaje histórico que nació, vivió, murió y resucitó para ser exaltado a la diestra de Dios Padre, sino que vive actualmente entre nosotros de un modo real, aunque misterioso.
Ante el peligro de que los primeros cristianos viviesen del solo recuerdo histórico de aquel Jesús que muchos de ellos «habían visto», y ante la situación de otros que parecían vivir solamente pendientes de la nueva venida de Cristo, que ellos juzgaban inminente, el autor de la Carta a los Hebreos escribió: Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos. Aunque los Apóstoles y los primeros guías de la fe mueran y no puedan dar testimonio directo de su fe, queda a los fieles un Maestro y un Guía que no morirá nunca, que vive para siempre coronado de gloria. Los hombres desaparecen; Cristo queda eternamente con nosotros. Él existió ayer con los hombres, en un pasado histórico concreto; vive hoy en los Cielos, a la diestra del Padre, y está hoy a nuestro lado, dándonos continuamente la Vida a través de los sacramentos, acompañándonos de modo real en las vicisitudes de nuestro caminar. La Humanidad Santísima de Cristo fue asumida sólo por un tiempo determinado; la Encarnación fue decretada desde la eternidad, y el Hijo de Dios, nacido de María Virgen en el tiempo y en la historia, en los días de César Augusto, permanece hombre para siempre, con un cuerpo glorioso en el cual resplandecen las señales de la Pasión.
Cristo vive resucitado y glorioso en el Cielo y, de forma misteriosa pero real, en su Iglesia, que no es un movimiento religioso inaugurado por su predicación, sino que dice relación a la propia Persona de Jesús. La Iglesia nos hace presente a Cristo; es en Ella donde lo encontramos.
La grandeza de la Iglesia está precisamente en esa íntima relación con Jesús; por eso, es un misterio no abarcable con palabras. Ningún lenguaje humano es capaz de expresar su insondable riqueza, que toma origen en la misma Persona de Jesús y tiene como finalidad perpetuar su presencia salvadora entre nosotros. Más aún, la misión única de la Iglesia consiste en hacer presente a Cristo, que se fue a los Cielos, pero anunció que estaría con nosotros todos los días hasta la consumación de los siglos, y conducirnos hasta Él. Afirma el Concilio Vaticano II que Él es el autor de la salvación y el principio de paz y de unión, y constituyó a la Iglesia «a fin de que fuera para todos y para cada uno el sacramento visible de esta unidad salvadora».
F.F. CARVAJAL