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7 septiembre 2025

La Resurrección

Rey Ballesteros. La Resurrección del Señor. Ed. Palabra, Madrid, 2000

LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS
Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores. Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahweh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahweh Dios por entre los árboles del jardín. Yahweh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» Éste contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí». Él replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?». Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí». Dijo, pues, Yahweh Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?». Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí». Entonces Yahweh Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar». A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará». Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tomarás». El hombre llamó a su mujer «Eva», por ser ella la madre de todos los vivientes. Yahweh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió. Y dijo Yahweh Dios: «¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre». Y le echó Yahweh Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida (Gn 3, 7-21).
El alcance de la expresión «nueva creación», referida al modo en que la realidad fue transformada al resurgir de entre los muertos Jesús de Nazaret, es inmenso. No en vano la resurrección de Cristo tuvo lugar precisamente en domingo, día en que Yahweh Dios, habiendo culminado la Creación primera, guardó silencio y descansó; ese primer día de la semana es el que está «más allá» de la primitiva obra de Dios, y estaba destinado a ser, como día sagrado y primero, el punto de inicio de su nueva labor creadora, más esplendorosa aún que aquella por la que cielos y tierra surgieron de la nada.
Concluidos los seis días de la Creación, encomendó Yahweh al cuidado del hombre la obra de sus manos. Pero, instigados por Satanás, Adán y Eva pecaron al pie del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Esta desobediencia dio al traste con los planes de dicha que Dios tenía preparados para el hombre, y la Creación entera, separada de Dios por la infidelidad de su dueño, se desbarató hasta incurrir en la maldición. Al pecar, el hombre había usado su libertad para ocupar el puesto de Dios, para ser el que decide sobre el bien y el mal en lugar del que obedece. Prestando oídos a la serpiente, Adán y Eva quisieron ser, en definitiva, «como dioses», el centro de la realidad creada, y arrebataron así a esta realidad su vínculo gozoso con el Creador. Toda la obra de Dios se vino abajo; la acción pecaminosa supuso para el hombre abandonar la presencia de su Hacedor, alejarse de ese Paraíso donde Yahweh era Dios e instaurar con la realidad creada un ámbito sumamente oscuro en el que prevaleciera su voluntad. No nos extrañemos: este primer pecado es padre de todos los demás, y en cada una de nuestras infidelidades se reproduce la misma tragedia.
Dios quedó cansado. Durante siglos y siglos, contempló los pecados de los hombres, que se amontonaban uno sobre otro, hasta que, en el Diluvio, dejó escuchar su voz, en un decreto que hizo estremecer, muchos siglos después, al profeta Isaías, y cuyo eco alcanza hasta las últimas páginas del Apocalipsis:
Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria (Is 65, 17).