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30 julio 2025

En diálogo con el Señor (1ª parte)

San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)

9ª. EL CAMINO NUESTRO EN LA TIERRA (26/XI/1967) (3 de 5)
4a Más tarde, el alma necesita tratar a cada una de las Personas divinas. Es un descubrimiento, como los que hace un niño pequeño en la vida terrena, el que realiza el alma en la vida sobrenatural. Y comienza a hablar con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y a sentir la actividad del Paráclito vivificador, que se nos da sin merecerla: ¡los dones y las virtudes sobrenaturales! Y llegamos sin darnos cuenta, de algún modo, a la unión.
4b Hemos ido «quemadmodum desiderat cervus adfontes aquarum», de igual modo que el ciervo ansia las fuentes de las aguas: con sed, rota la boca, con sequedad. Queremos beber en ese manantial de agua viva. Y, sin hacer rarezas, a lo largo del día, con la formación que en la Obra se recibe -que se basa en descomplicar el alma humana-, se ha llegado a ese abundante y claro venero de frescas linfas que saltan hasta la vida eterna. Entonces ya no se habla, porque la lengua no sabe expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se habla, ¡se mira! Y el alma rompe a cantar, porque se siente y se sabe mirada amorosamente por Dios, a todas horas.
4c No sabéis qué consuelo he tenido cuando, después de repetir durante años y años que para un alma contemplativa hasta el dormir es oración, me encontré un texto de San Jerónimo que dice lo mismo.

4c «encontré un texto de San Jerónimo»: en la Epistola XXII, ad Eustochium, n. 37 [PL22, 421], san Jerónimo afirma que para los santos hasta el sueño es oración. Ver también SAN JERÓNIMO, Tratado sobre los Salmos, Comentario al Salmo I (CCL 78, 5-6). Sobre este tipo de oración ver 1,5b y 10,2c.
4d Es con la dedicación completa dentro de nuestras imperfecciones, por la humillación de nuestros fracasos internos, que nos llevan a volver todos los días a Dios- como se vuelve al camino maestro cuando hay obstáculos. Os lo he dicho muchas veces: siempre estoy haciendo el papel del hijo pródigo. Es ése el momento de la contrición, del amor, de la fusión de la criatura, que es nada..., con su Dios y su Amor, que lo es todo.
4e Hijos míos, no os hablo de cosas extraordinarias. Son, tienen que ser, fenómenos ordinarios de nuestra alma. Por allí debéis llevar a vuestros hermanos: hasta esa locura de amor que enseña a saber sufrir y a saber vivir, porque Dios nos concede el don de Sabiduría. ¡Qué serenidad, qué paz entonces!
4f ¿Ascética? ¿Mística? No lo sabría decir. Pero, sea lo que fuere, ascética o mística, ¿qué más da?: es un don de Dios. Si tú procuras meditar, llega un momento en el que el Señor no te niega los dones: el Espíritu Santo te los concede. Fe, hijos míos, y obras de fe. Porque eso ya es contemplación y es unión. Y ésta es la vida de mis hijos en medio de los afanes del mundo, aunque ni siquiera se den cuenta. Una clase de oración y de vida que no nos aparta de las cosas de la tierra, que en medio de ellas nos conduce a Dios. Y al llevar las cosas terrenas a Dios, la criatura diviniza el mundo. ¡He hablado tantas veces del mito del rey Midas...! En oro convertimos todo lo que tocamos, a pesar de nuestros errores personales.

4f «¿Ascética? ¿Mística?»: en este punto, la grabación permite entender una digresión de san Josemaría, que quedó reducida a lo esencial en este párrafo, y que contiene algunos datos interesantes para conocer mejor su opinión en este punto. Dice así: «Y alguno se preguntará: Padre, ¿ascética?, ¿mística?, ¿grados?, ¿vías?, ¿caminos? Y yo te digo a ti, que me preguntas eso: hijo mío, esto no es teoría, basada en las pocas almas que han descrito su propio caso. Casos que han servido -¡pocos, poquísimos! a lo largo de la historia de la Iglesia-, casos que han servido a teólogos más o menos serios, muchos de ellos fuertes, recios, para escribir, para catalogar, más que para escribir, diría para describir, ¡sea lo que sea: ascética, mística, oración adquirida u oración infusa, qué más me da a mí! Si tú procuras meditar, llega un momento en que Dios no te niega los dones, el Espíritu Santo te los da. Dejemos a los teóricos».
«Mito del rey Midas»: el legendario rey de Frigia, al que le fue concedido el don de convertir en oro todo lo que tocase, del que habla Ovidio en Metamorfosis, XI, 100-150. A san Josemaría le servía para explicar lo que sucede cuando el cristiano sobrenaturaliza sus quehaceres ordinarios y su trabajo, ofreciéndolos a Dios: adquieren entonces un valor divino, se hacen más preciosos que el oro, porque abren las puertas de la eternidad bienaventurada. Ver la misma analogía en Amigos de Dios (n. 221): «¡Podéis transformar en divino todo lo humano, como el rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba!», y Forja, n. 742.
5a «Benedixisti -se lee en la Sagrada Escritura-, Domine, terram tuam; avertisti captivitatem Iacob»; Señor, has bendecido tu tierra, has destruido la cautividad de Jacob. Repito que ya no nos sentimos esclavos, sino libres: todo nos lleva a Dios. Y, en ese caminar por la senda del Opus Dei, vamos seguros, porque tenemos la dirección que hace imposible que nos equivoquemos: la confesión y la charla confidencial con vuestro hermano, si son sinceras, si no se da cabida al demonio mudo. En nuestro andar espiritual tenemos, en cada momento, algo parecido a esas señales que se ven en las carreteras, para orientar a los viajeros. No es posible —repito-, de ninguna manera, que un socio o una asociada del Opus Dei —si es fiel a nuestro espíritu— se extravíe en las vueltas y revueltas de su vida interior.
5a Ant. ad lntr. (Ps. LXXXIV, 2). ] Ps. LXXXIV, 2. Crol972,729 EdcS,83 || socio o una asociada Crol972,730 ] miembro EdcS,83.
«demonio mudo»: referencia al diablo expulsado por Jesús, que impedía hablar (cfr. Mt 9,32-33 y Me 9,24). Para san Josemaría significa una falta de sinceridad consigo mismo, en el examen de conciencia (ver Camino, n. 236), en la confesión o en la dirección espiritual. Ver también 15.5f y 19.5a.