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San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)
8ª. LOS PASOS DE DIOS (14/II/1964) (4 de 5)
4b Y no era entonces mejor que ahora; era un pobre hombre. No podía haber jamás de mi parte, cuando sucedía esto, algo que ni de lejos pudiera parecer cosa mía. Era un amor, una muestra de Amor de Dios, que se salía de los cauces de la Providencia ordinaria —porque ha habido intervenciones extraordinarias, cuando era menester; si yo dijera lo contrario, mentiría— y que yo recibía con miedo. Cuando sucedía eso, inmediatamente sentía aquel soy Yo. Con mi cabeza, cuando lo examinaba con frialdad, no veía allí nada de nervios. Era una cosa de Dios, y me iba al confesor tranquilo, aun vacilando.
4b “ha habido intervenciones extraordinarias»: raramente hablaba de estos asuntos. No sólo por humildad, sino también porque quería recalcar que el amor a la vida ordinaria constituye uno de los fundamentos del espíritu del Opus Dei. Si se refería a sucesos sobrenaturales, como en este caso, era por obediencia, como recordaba Mons. Álvaro del Portillo: «De acuerdo con las indicaciones expresas de la Santa Sede, nos hablaba de estos temas pensando en el bien de nuestras almas, pero contando el mínimo indispensable», Álvaro DEL PORTILLO, Entrevista, p. 216.
4c Para que no hubiera ninguna duda de que era Él quien quería realizar su Obra, el Señor ponía cosas externas. Yo había escrito: nunca habrá mujeres -ni de broma— en el Opus Dei. Y a los pocos días... el 14 de febrero: para que se viera que no era cosa mía, sino contra mi inclinación y contra mi voluntad.
4c Para que no hubiera ninguna duda ... contra mi inclinación y contra mi voluntad. Med1970,5,117 Crol975,225. ||| hubiera ninguna duda Medí970,5, 17 Crol975,225 ] hubiera duda Crol976,857 EdcS,7 A || días... el 14 de febrero: Medl970,5, 17 Crol975,225 ] días..., el 14 de febrero, Crol976,857 EdcS,74.
«el 14 de febrero»: ese día, de 1930, Dios le mostró que también las mujeres cabían en la Obra.
4d Yo iba a casa de una anciana señora de ochenta años que se confesaba conmigo, para celebrar Misa en aquel oratorio pequeño que tenía. Y fue allí, después de la Comunión, en la Misa, cuando vino al mundo la Sección femenina. Luego, a su tiempo, me fui a mi confesor, que me dijo: esto es tan de Dios como lo demás.
4d Yo iba a casa de una anciana señora ... esto es tan de Dios como lo demás. Medl970,5, 17. || Luego, a su tiempo, EdcS JA ] Al acabar Crol976,857 || me fui ] me fui corriendo EdcS,74 Cro1976,857.
«una anciana señora»: era doña Leónides García San Miguel y Zaldúa, Marquesa de Onteiro y madre de Luz Rodríguez Casanova, la fundadora de las Damas Apostólicas. Ver AVP I, p. 323 y ss.
«me fui a mi confesor»: san Josemaría está hablando de memoria de un suceso muy lejano en el tiempo. Por sus Apuntes íntimos (n. 1871), más cercanos al hecho que narra, queda claro que el “al acabar” que aparece en Crol976,857 no es exacto, pues no fue inmediatamente a hablar con el P. Sánchez, sino en un segundo momento: «Di gracias, y a su tiempo me fui al confesonario del P. Sánchez. Me oyó y me dijo: esto es tan de Dios como lo demás». Cfr. AVP I, p. 323. La corrección que introduce EdcS “Luego, a su tiempo” —tomada de ese texto del fundador, más próximo temporalmente a los hechos- nos parece oportuna. Por coherencia, hemos suprimido también el “corriendo” que se había mantenido en EdcS. En las transcripciones que se conservan se lee: «Desde allí fui corriendo al confesonario de aquel padre Valentín Sánchez, que ha muerto hace un par de meses», m6402l4-A.
4e Esas intervenciones del Señor eran cosas que me conmovían, que me turbaban, que me llevaban -a pesar de mis cuatro cursos, quizá seis, de Sagrada Escritura con las mejores calificaciones- a ignorar en aquel momento todo lo que dice el Evangelio. ¡Ay, Dios mío, esto es el diablo! Y, en una ocasión, fui desde Santa Isabel a casa de mi madre para ver qué estaba escrito en el Evangelio. Y encontré todo exacto...
4e «Y, en una ocasión...»: se refiere a un episodio del 4 de febrero de 1932, que describió así en sus Apuntes íntimos-. «Esta mañana, como de costumbre, al marcharme del Convento de Santa Isabel, me acerqué un instante al Sagrario, para despedirme de Jesús diciéndole: Jesús, aquí está tu borrico... Tú verás lo que haces con tu borrico... —Y entendí inmediatamente, sin palabras: “Un borrico fue mi trono en Jerusalem”. Este fue el concepto que entendí, con toda claridad. (...) Estaba yo algo apurado, porque recordaba solamente el pasaje del cap. 21 de S. Mateo y creí que Jesús montó en un asna para entrar en Jerusalem, abro ahora mismo el Santo Evangelio (¡cuánta exégesis me hace falta!) y leo en el cap. 11 de S. Marcos, versículos 2, 457: Et ait illis: ite in castellum, quod contra vos est, et statim introeuntes illuc, invenietis pullum ligatum, (...) Et duxerunt pullum ad Iesum: et imponunt illi vestimenta sua, et sedit super eum», en Apuntes íntimos, n. 543, del 4-1-1932 (en AVPl, p. 416, nota 208).