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San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)
7ª. SEÑAL DE VIDA INTERIOR (10/II/1963) (2 de 2)
3a El Señor nos ha dado el sistema, en el Opus Dei, para que la Cruz que El mismo nos impone -o permite que nos impongan las circunstancias, las cosas o las personas-, para que la Cruz que Él ha hecho para nosotros, no pese: y ese sistema es amar la Cruz de Cristo, es llevar la Cruz serenamente, a plomo, sin dejarla caer, sin arrastrarla; es abrazarse a la contradicción, la que sea -interna y externa-, y saber que todas tienen su fin, y que todas son un tesoro maravilloso. Cuando se trata realmente de la Cruz de Cristo, esa Cruz ya no pesa, porque no es nuestra: no es ya mía, sino de El, y Él la lleva conmigo. De este modo, hijos, no hay pena que no se venza con rapidez, y no habrá nadie que pueda quitarnos la paz y la alegría.
3b «Diligam te, Domine, fortitudo mea!»: te amo, Señor, porque Tú eres mi fortaleza: «Quia tu es, Deus, fortitudo mea». ¡Descanso en Ti! ¡No sé hacer ninguna cosa, ni grande ni pequeña -no hay cosas pequeñas, si las hago por Amor-, si Tú no me ayudas! Pero si pongo mi buena voluntad, el brazo poderoso de Dios vendrá a fortalecer, a templar, a sostener, a llevar aquel dolor; y ese peso ya no nos abruma.
3b Intr. (Ps. XVII, 2). ] Ps. XVII, 2. Crol974,1017 EdcS,65 || Ps. XLII, 2. ] Ps.XVII, 2. Cro1974,1017 EdcS,65.
3c Pensadlo bien, hijos míos; pensad en las circunstancias que a cada uno os rodean: y sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente no van y nos contrarían y nos cuestan, que aquellas otras que al parecer van sin esfuerzo. Si no tenemos clara esta doctrina, estalla el desconcierto, el desconsuelo. En cambio, si tenemos bien cogida toda esta sabiduría espiritual, aceptando la voluntad de Dios -aunque cueste-, en esas circunstancias precisas, amando a Cristo Jesús y sabiéndonos corredentores con Él, no nos faltará la claridad, la fortaleza para cumplir con nuestro deber: la serenidad.
3c «corredentores con El»: ver nota a 5.4a.
3d Decidle a Jesús conmigo: ¡Señor, queremos sólo servirte! ¡Sólo queremos cumplir nuestros deberes particulares, y amarte como enamorados! Haznos sentir tu paso firme a nuestro lado. Sé Tú nuestro único apoyo. Nada os robará la paz, hijos míos; si vivís con esa confianza, nada os podrá quitar la alegría; nadie podrá hacer vacilar nuestra serenidad: en la vida todo tiene arreglo menos la muerte, y la muerte es, para nosotros, Vida.
3d «en la vida todo tiene arreglo ... para nosotros, Vida»: san Josemaría emplea el refrán castellano «todo tiene arreglo menos la muerte», al que añade un corolario lleno de esperanza sobrenatural. Incluso la muerte -de la que puede decirse que “no tiene arreglo”— es para el cristiano un tránsito positivo, la puerta para penetrar en la “Vida” con mayúscula, como escribía san Josemaría ya desde muchos años atrás (ver, por ejemplo, Camino, n. 737, passim).
4a «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo alcanza el premio?». Si alguna ascética dentro de la Iglesia tiene ese carácter deportivo, es la ascética propia de nuestra Obra. El deportista insiste, el buen deportista pasa mucho tiempo entrenándose, preparándose. Si se trata de saltar, lo intenta una y otra vez. Le ponen la barra más alta, y quizá no logra superarla; pero porfía tenazmente, hasta que sobrepasa el obstáculo.
4a Ep. (I Cor. IX, 24). ] I Cor. IX, 24. Crol974,1018 EdcS,66.
«Si alguna ascética dentro de la Iglesia»...: sobre la ascética “deportiva” en el Opus Dei, ver introducción a esta meditación.
4b Hijos míos, la vida es esto. Si comenzáis y recomenzáis, va bien. Si tenéis moral de victoria, si hay lucha, con la ayuda de Dios, ¡saltáis! ¡No hay dificultad que no se venza! Cada día será para nosotros ocasión de renovarnos, con la seguridad de que llegaremos al final de nuestro camino, que es el Amor.
4c Dan pena los que se han torcido un pie, y no saben sufrir con espíritu cristiano, deportivo, y no toleran que intervenga el médico y el masajista, ¡y dicen que no quieren volver a saltar!
4c «el médico y el masajista»-, con esta metáfora, se refiere a los cuidados espirituales que se reciben por parte de quien tiene encargada la orientación de la vida interior.
4d «Quien se prepara para la lucha —os leo de nuevo unas palabras de San Pablo—, de todo se abstiene, y eso para alcanzar una corona perecedera, pero nosotros la esperamos eterna». Hay que poner los medios, los que consiente nuestra debilidad. Muchos llevan una vida sacrificada por un motivo simplemente humano; no se acuerdan esas pobres criaturas de que son hijos de Dios, y se mueven quizá por soberbia, por destacar: «Se abstienen de todo». Y tú, hijo mío, que tienes a la Obra, tu Madre; y que tienes a tus hermanos, mis hijos, ¿qué haces?, ¿con qué sentido de responsabilidad reaccionas?
4d Ep. (I Cor. IX, 25). ] I Cor. IX, 25. Crol974,1019 EdcS,67.
4e Más de una vez, a los que se tuercen los tobillos, a los que se dislocan las muñecas, les he dicho que no están solos. Tú, mi hijo, no tienes derecho a volver la cara atrás, a condenar tu alma o, al menos, a ponerte en grave e inminente peligro de perderla. Además, no tienes derecho a dejar esa carga que el Señor, amorosa y confiadamente, ha puesto sobre tus hombros. No tienes derecho a prescindir de la Obra y de tus hermanos, de tus responsabilidades. Yo te quiero pedir, Jesús Señor Nuestro, que nunca más nos apartemos del camino por las dificultades, que nunca más dejemos de tomar tu Cruz y de llevarla gustosos sobre nosotros.
4e «volver la cara atrás»-, o sea volver la espalda a Dios (cfr. Le 9,62) abandonando la propia vocación cristiana. Sobre esta cuestión ver nota a 1.2b.
4f ¿Veis cómo en todo se manifiesta esa psicología de que os hablaba? ¿Veis cómo hacemos la oración desde nuestro punto de vista, a la medida, según nuestra necesidad personal, que no es solamente nuestra, sino necesidad de todos vuestros hermanos, de la Obra entera? Enseñad a los demás esta doctrina, acomodándola a las circunstancias personales de cada uno. Llevad a vuestros hermanos este pensamiento que os he predicado tanto. Repetid, por todos lados, las cosas que hemos considerado juntos en este rato de oración.
4g «Voy corriendo, no como quien corre a la ventura; peleo, no como quien tira golpes al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo predicado a los otros, venga yo a ser reprobado». Piensa si tú y yo podemos decir esto, con el Apóstol. Hijos míos, creo que para la oración de hoy basta ya. Hay que ser fieles a esas pequeñas mortificaciones, las corrientes, las de cada día. Y recibir además todas las mortificaciones pasivas que el Señor nos mande; llevar una vida personal, de tal calidad, que haga imposible ese ser reprobado de que nos habla San Pablo.
4g 6Ep. (I Cor. IX, 27). ] 6I Cor. IX, 27. Crol974,1020 EdcS,67.
4h Un hombre que lucha, que comienza y recomienza, que se agarra una y otra vez a la Cruz de Cristo, ése marcha. Pero nosotros también debemos poner siempre, aun en el más pequeño cumplimiento, un motivo de preocupación por los demás, por vuestros hermanos. Hemos de pensar constantemente -como un modo muy nuestro de ver las cosas- que no estamos solos, que no es lógico que estemos solos. Hemos de pensar siempre en los otros: en todas las almas.