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11 junio 2025

En diálogo con el Señor (1ª parte)

San Josemaría. En diálogo con el Señor(ed. crítica)

8ª. LOS PASOS DE DIOS (14/II/1964) (1 de 5)
1a Cuando hago mi oración en voz alta es, como siempre, para que la sigáis por vuestra cuenta y aprovechemos todos un poquito, queriendo buscar la raíz de la vida mía: cómo Dios Nuestro Señor fue preparando las cosas para que mi vida fuese normal y corriente, sin nada llamativo.
1b Me hizo nacer en un hogar cristiano, como suelen ser los de mi país, de padres ejemplares que practicaban y vivían su fe, dejándome en libertad muy grande desde chico, vigilándome al mismo tiempo con atención. Trataban de darme una formación cristiana, y allí la adquirí más que en el colegio, aunque desde los tres años me llevaron a un colegio de religiosas, y desde los siete a uno de religiosos.

1b «padres ejemplares»: se llamaban José Escrivá Corzán (1867-1924) y María Dolores Albás Blanc (1877-1941). Los datos biográficos que conocemos de ellos nos los presentan como unos padres cristianos, de virtudes arraigadas, que dejaron en el fundador una honda huella, como puede comprobarse en las ocasiones en las que refería sucesos de su infancia. Sobre el papel providencial de la familia de san Josemaría, ver AVP I, cap. I y II.
2a Todo normal, todo corriente, y pasaban los años. Yo nunca pensé en hacerme sacerdote, nunca pensé en dedicarme a Dios. No se me había presentado el problema porque creía que eso no era para mí. Pero el Señor iba preparando las cosas, me iba dando una gracia tras otra, pasando por alto mis defectos, mis errores de niño y mis errores de adolescente...
2b Este camino por el que Dios me llevaba ha hecho que tenga repugnancia al espectáculo, a lo que parece que se sale de lo ordinario, configurando de esta manera una de las características de nuestro espíritu: la sencillez, el no llamar la atención, el no exhibir, el no ocultar. Como lo manifiesta aquella anécdota que os he contado tantas veces: cuando vestía un traje nuevo, me escondía debajo de la cama y me negaba a salir a la calle, tozudo...; y mi madre, con un bastón de los que usaba mi padre, daba unos ligeros golpes en el suelo, delicadamente, y entonces salía: por miedo al bastón, no por otra cosa.
2c Nunca me pegaron en casa: sólo una vez mi padre me dio un cachete, que no debió de ser muy fuerte. Nunca me imponían su voluntad. Me tenían corto de dinero, cortísimo, pero libre. El Señor y Padre de los cielos, que me miraba con más cariño que mis padres, permitía que yo padeciera también humillaciones: las que puede sufrir un niño, ya no tan pequeño; tenía por aquel entonces doce o trece años.

2c Nunca me imponían ... pero libre, Med1970,5,261 ||| voluntad. Me tenían Med1970,5,261 ] voluntad; me tenían Crol976,854 EdcS,70.
2e Yo he hecho sufrir siempre mucho a los que tenía alrededor. No he provocado catástrofes, pero el Señor, para darme a mí, que era el clavo -perdón, Señor-, daba una en el clavo y ciento en la herradura. Y vi a mi padre como la personificación de Job. Perdieron tres hijas, una detrás de otra, en años consecutivos, y se quedaron sin fortuna. Yo sentí el zarpazo de mis pequeños colegas; porque los niños no tienen corazón o no tienen cabeza, o quizá carecen de cabeza y de corazón...
2e Yo he hecho sufrir siempre mucho a los que tenía alrededor ... Y vi a mi padre como la personificación de Job, Med1970,5,262.
«Yo he hecho sufrir...»: son palabras que hay que atribuir más a la humildad de san Josemaría que a hechos concretos. Por lo que sabemos de su vida de niño y de adolescente, fue un muchacho aplicado en el estudio y que se comportaba bien en casa. Puede que aludiera a una cierta rebeldía, de la que habla después (cfr. 3b), pero es más posible que pensara -así lo manifiesta a continuación- que los sufrimientos familiares (la pérdida de tres hermanas, la ruina familiar...) formaban parte del plan divino para forjarle a él como fundador.
2f Y fuimos adelante. Mi padre, de un modo heroico, después de haber enfermado del clásico mal -ahora me doy cuenta— que según los médicos se produce cuando se pasa por grandes disgustos y preocupaciones. Le habían quedado dos hijos y mi madre; y se hizo fuerte, y no se perdonó humillación para sacarnos adelante decorosamente. El, que habría podido quedar en una posición brillante para aquellos tiempos, si no hubiera sido un cristiano y un caballero, como dicen en mi tierra.
2f «Si no hubiese sido un cristiano y un caballero»: ante la quiebra del propio negocio, José Escrivá satisfizo a los acreedores con sus bienes particulares, a pesar de no estar obligado, y quedó totalmente arruinado. Los hechos están explicados en AVP I, pp. 59-62. Sobre el contexto de la infancia de san Josemaría, ver también Cario PlOPPI, “Infanzia e prima adolescenza di Josemaría Escrivá, Barbastro 1902-1915. Contesti, eventi biografici, stato delle ricerche e prospettive di approfondimento”, en SetD 8 (2014), pp. 149-189.