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14 abril 2025

El Purgatorio

Ésta es la fe de la Iglesia sobre el purgatorio
Como es sabido, en los últimos decenios, no pocos teólogos católicos niegan la posibilidad del alma separada del cuerpo, con lo que se ven obligados a tratar del purgatorio en formas que no son conciliables con la fe católica. En este error incurren por varios influjos convergentes -teología protestante, filosofía trascendental y antropología unitaria, que no establece entre alma y cuerpo una distinción conforme con la razón y la fe cristiana- (Cf. José Antonio Sayés, El tema del alma en el Catecismo de la Iglesia Católica: Pamplona, Fundación GRATIS DATE 1994).
Pues bien, el Catecismo de la Iglesia Católica, principalmente en los números que hemos reproducido, confiesa de nuevo la fe en el purgatorio, donde se purifican las almas de los difuntos. «Así pues, la liturgia y la piedad del pueblo cristiano acertaban y aciertan al pedir a Dios que las almas de los fieles difuntos descansen en paz» (Sayés 17).

Importancia de la fe en el purgatorio
Aunque ya ha quedado suficientemente afirmada la importancia fundamental de la fe en el purgatorio, quiero añadir algunas observaciones.
-El amor de Dios se manifiesta en toda su grandeza cuando pensamos que su empeño en deificarnos, iniciado en la creación de nuestra alma y en el bautismo, si no se realiza suficientemente en esta vida, sigue obrando en la otra, mediante el purgatorio, para transformarnos plenamente en Él.
-Para no pecar, los pecadores hemos de recordar muchas veces el purgatorio. Hemos de guardar extrema fidelidad a la gracia de Dios, si no queremos resistirla como malos e imbéciles con pecados que, por leves que sean, producen en nosotros deformidades que hacen imposible la perfecta unión con Dios.
-Para hacer penitencia, hemos de recordar los pecadores que, por mucha que sea la misericordia de Dios y por total que haya sido la remisión de nuestra culpa, habremos de purificarnos largamente en el purgatorio de todas aquellas huellas de nuestros pecados de las que no nos hayamos purificado suficientemente en este mundo por la penitencia.
-Para vivir la debida caridad hacia los hermanos difuntos es necesario que la fe en el purgatorio esté viva y operante. De otro modo, fácilmente se piensa que, una vez cumplidos con los enfermos graves y agonizantes todos los deberes de la caridad -noches en vela, gastos, medicinas, auxilios morales, etc.-, una vez muertos, «ya nada se puede hacer por ellos»; con lo que no es raro se les deje caer en el olvido. La fe cristiana, en cambio, nos dice que podemos y debemos hacer muchísimo en favor de nuestros queridos hermanos difuntos. Y si no hacemos más por ellos, no es solamente porque nos falta la caridad, sino porque somos «hombres de poca fe» (Mt 14,31; Lc 12,28).
Antiguamente el pueblo cristiano tenía más piedad con las almas del purgatorio, porque tenía una fe más firme en el purgatorio y en la validez de los sufragios ofrecidos por los difuntos: oraba diariamente por los ellos, especialmente por los familiares -el toque «de ánimas» en las parroquias-, y ofrecía por ellos con más frecuencia misas y penitencias personales. Hoy se considera de mal gusto -muy «negativo»- pensar o hablar de la muerte, y fácilmente dejamos a nuestros hermanos difuntos sin los sufragios que por ellos deberíamos ofrecer a Dios, y que por su misericordia son eficacísimos.
La Iglesia, sin embargo, no cesa de estimularnos a rogar y a ofrecer sacrificios por ellos. Concretamente, cada día lo hace en el memento de la Eucaristía por los difuntos; y cada día nos hace pedir por ellos en la última de las preces de Vísperas. No dejemos, pues, de hacer ahora por nuestros hermanos difuntos lo que, cuando estemos nosotros en el purgatorio, querremos que nuestros hermanos de la tierra hagan por nosotros.
Más aún, tengamos verdadera devoción por los fieles difuntos, que ya están confirmados en la gracia. Ellos han llegado ya en Cristo a la certeza de la salvación. Nosotros, en cambio, aún estamos en camino hacia ella...

Santa Catalina de Génova. Tratado del Purgatorio. Purificación y purgatorio en el Catecismo de la Iglesia