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San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)
4ª. UN DÍA PARA RECOMENZAR (3/XII/1961) (2 de 3)
1g Ciertamente a nosotros el Señor nos ha enseñado el camino del Cielo, y de igual manera que dio al Profeta aquel pan cocido debajo de las cenizas, así nos lo ha dado a nosotros, para seguir adelante en el camino. Camino que puede ser del hombre santo, o del hombre tibio, o -no lo quiero pensar- del hombre malo. «Vias tuas, Domine, demonstra mihi; et semitas tuas edoce me»: muéstrame, Señor, tus caminos y enséñame tus sendas. El Señor nos ha enseñado el camino de la santidad. ¿Quieres pensar un poco en todo esto?
1g «Profeta»: se trata de Elías. El suceso está narrado en 1 Reg 19, 6-8, durante la huida al monte Horeb. Para el Autor, ese alimento milagroso que permitió a Elías caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar al monte de Dios, es figura de la fuerza divina que Dios otorga cuando da una vocación sobrenatural, como la del Opus Dei. Esa gracia es la garantía de la perseverancia y el sustento para no desfallecer en el camino, como lo fue para el profeta, en su largo caminar. Este pasaje se ha considerado tradicionalmente una alusión a la Eucaristía, que para san Josemaría es “centro y raíz” de la vida interior (ver nota a 22.4a).
2a «Excita, quaesumus, Domine, potentiam tuam, et veni» . Señor, demuestra tu poder y ven. ¡Cómo conoce el paño la Iglesia, la liturgia, que es la oración de la Iglesia! Fíjate si conoce tu deseo y el mío, el modo de ser tuyo y el modo de ser mío...: excita, Domine, potentiam tuam et veni. La potencia de Dios viene a nosotros. Es el Deus absconditus que pasa, pero que no pasa inútilmente.
2a «conoce el paño»: expresión coloquial que según el DRAE (21.a ed.) significa «estar bien enterado del asunto de que se trata»; en este caso, el Autor subraya la hondura de la liturgia, que conoce y llena las necesidades espirituales del cristiano.
«Deus absconditus»-. «Dios oculto», es una cita de Is 45, 15.
2b Ven, Jesús, «para que con tu protección merezcamos ser libres en los peligros que nos amenazan por nuestros pecados, y ser salvos con tu gracia». Da gracias al Señor, protector y liberador nuestro. No pienses ahora si tus faltas son grandes o pequeñas: piensa en el perdón, que es siempre grandísimo. Piensa que la culpa podía haber sido enorme y da gracias, porque Dios ha tenido —y tiene— esta disposición de perdonar.
2c Hijo, este comienzo del Adviento es una hora propicia para hacer un acto de amor: para decir creo, para decir espero, para decir amo, para dirigirse a la Madre del Señor -Madre, Hija, Esposa de Dios, Madre nuestra- y pedirle que nos obtenga de la Trinidad Beatísima más gracias: la gracia de la esperanza, del amor, de la contrición. Para que cuando a veces en la vida parece que sopla un viento fuerte, seco, capaz de agostar esas flores del alma, no agoste las nuestras.
2d Y aprende a alabar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Aprende a tener una devoción particular a la Santísima Trinidad: creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo: creo en la Trinidad Beatísima. Espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo: espero en la Trinidad Beatísima. Amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Espíritu Santo: amo a la Trinidad Beatísima. Esta devoción hace falta como un ejercicio sobrenatural, que se traduce en estos movimientos del corazón, aunque no siempre se traduzca en palabras.
2d «aunque no siempre se traduzca en palabras»-, al acabar este párrafo se lee en la transcripción una mención al Soneto a Cristo crucificado, joya de la poesía mística española del siglo xvi, de autor desconocido: «Y vienen a la memoria recuerdos de otros tiempos, cosas que parecen de beatería pero son de amor, de amor fuerte: “No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido; ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Muévesme tú, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme el verte tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte...”. Ese anónimo castellano sabía llevar las almas a Dios. “Aunque no hubiera infierno, te temiera... aunque no hubiera cielo, yo te amara...”. Pero pensad en el cielo. Es bueno. Es esperanza», m6l 1203-1.
3a Sabemos muy bien lo que nos dice hoy San Pablo: «Fratres: scientes quia hora est iam nos de somno surgere. ¡Ya es hora de trabajar! De trabajar por dentro, en la edificación de nuestra alma; por fuera, en la edificación del Reino de Dios. Y otra vez viene a nuestros labios la contrición: Señor, te pido perdón por mi vida mala, por mi vida tibia; te pido perdón por mi trabajo mal hecho; te pido perdón porque no te he sabido amar, y por eso no he sabido estar pendiente de Ti. Una mirada despectiva de un hijo a su madre, le causa un dolor inmenso; si es a una persona extraña, no importa demasiado. Yo soy tu hijo: mea culpa, mea culpa!...
3a Ep. (Rom XIII, 11). ] Ep., Rom XIII, 11. Medl964,I,16.