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27 febrero 2025

La Eucaristía

Carta pastoral con motivo del Año de la Eucaristía.
Mons. Javier Echevarría, Roma, 6 de octubre de 2004

Ambo tamen credens atque confitens, peto quod petivit latro pœnitens
Al ritmo de la contrición
Volvamos a la escena del Calvario, para escuchar la petición del buen ladrón, que tanto removía a San Josemaría cuando meditaba el Adoro te devote.
«He repetido muchas veces aquel verso del himno eucarístico: "Peto quod petivit latro pœnitens", y siempre me conmuevo: ¡pedir como el ladrón arrepentido!
»Reconoció que él sí merecía aquel castigo atroz... Y con una palabra robó el corazón a Cristo y se "abrió" las puertas del Cielo».
Especialmente en los últimos años, ante las dificultades de la Iglesia, nuestro Padre se acogía con toda su alma a la misericordia divina, pidiendo esta comprensión, este amor de Dios para sí y para todos.
No exhibía méritos, que pensaba no tener; «todo lo ha hecho el Señor», aseguraba convencido.
No se apelaba a motivos de justicia para conseguir del Señor la ayuda en la tribulación y en la prueba; buscaba el refugio de su compasión.
Así, de la fe en Cristo pasaba a la contrición: a la conversión constante y alegre.
Con esta lógica actuaba nuestro Padre, bien seguro de que cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies (Sal 50 [51], 19), no desprecia Dios un corazón contrito y humillado.
Ahora, con su intercesión en el Cielo, hemos de asimilar ese ritmo de fe y dolor que constituye la señal inequívoca de auténtica vida interior.
El trato eucarístico reforzará nuestra esperanza, nuestra confianza en la misericordia del Señor, de muchos modos;
entre otros, ayudándonos a descubrir nuestras miserias para que las llevemos al pie de la Cruz y así, con la lucha contra los defectos, alcemos victoriosa la Cruz del Señor sobre nuestras vidas, sobre nuestras debilidades.