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Purificación y purgatorio en San Juan de la Cruz
Busquemos ahora brevemente en San Juan de la Cruz (1542-1591) posibles confirmaciones o aclaraciones de la doctrina de Santa Catalina. Aunque el Doctor carmelita no trató directamente del purgatorio, sin embargo, como veremos, hizo sobre él algunas consideraciones breves del más alto interés.
Purificación y plena unión con Dios
Pocos maestros espirituales cristianos han mostrado con tanta claridad como San Juan de la Cruz la necesidad de la purificación del hombre, y los modos en que la gracia la produce, hasta hacer posible la perfecta unión amorosa con Dios. Es éste el esquema fundamental que inspira todos sus escritos (Cf. J. Rivera - J.M. Iraburu, Síntesis de espiritualidad católica, Pamplona, Fundación GRATIS DATE 19944, 307-337).
«Todas las afecciones [desordenadas] que tiene [la persona] en la criatura son delante de Dios puras tinieblas, de las cuales estando el alma vestida no tiene capacidad para ser ilustrada y poseída de la pura y sencilla luz de Dios, si primero [con la gracia de Cristo] no las desecha de sí» (1Subida 4,1). Por eso, «es una suma ignorancia del alma pensar que podrá pasar a este alto estado de unión con Dios si primero no vacía el apetito de todas las cosas naturales y sobrenaturales que le pueden impedir» (5,2). En efecto, estas malas afecciones no solamente crean en el cuerpo deformidades e indisposiciones para la plena unión con Dios, sino también y más aún en el alma, pues son apetitos que «cansan el alma y la atormentan y oscurecen y la ensucian y enflaquecen» (6,5).
¿Cómo en tales condiciones de alma y cuerpo podrá el hombre ser deificado por Dios?... Ésta será la obra sanante y elevante de la gracia de Cristo, que tan maravillosamente describe San Juan de la Cruz en sus Noches oscuras, primero activas, después pasivas.
Purificaciones activas
La gracia de Cristo, en la ascética, al modo humano, va transformando la persona por el ejercicio de las virtudes (purificaciones activas). Las tres virtudes teologales son las que, activadas por el Espíritu de Jesús, realizan esta maravilla con el concurso del hombre:
«Las cuales tres virtudes todas hacen vacío en las potencias: la fe en el entendimiento, vacío y oscuridad de entender; la esperanza hace en la memoria vacío de toda posesión; y la caridadvacío en la voluntad y desnudez de todo afecto y gozo de todo lo que no es Dios» (2Subida 6,2). Y no es que las almas con esto queden aleladas, desmemoriadas o volitivamente inertes, en absoluto, «porque el espíritu de Dios las hace saber lo que han de saber, e ignorar lo que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar, y olvidar lo que es de olvidar, y las hace amar lo que han de amar y no amar lo que no es en Dios. Y así, todos los primeros movimientos de la potencias de las tales almas son divinos; y no hay que maravillarse de que los movimientos y operaciones de estas potencias sean divinos, pues están transformadas en ser divino» (3Subida 2,9).
Santa Catalina de Génova. Tratado del Purgatorio. Purificación y purgatorio en San Juan de la Cruz