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Federico Delclaux. Santa María en los escritos del beato Josemaría Escrivá de Balaguer. Rialp, Madrid, 1992
Su amor al Santo Rosario
En todos los santuarios marianos, en los viajes por diversos países, en familia, en su intensa labor sacerdotal..., recitaba constantemente el Rosario.
Aprendió a rezarlo de niño y a llevarlo siempre consigo: un sucedido de aquella época muestra su espontáneo acudir a esta devoción mariana. Ocurrió cuando al comenzar el bachillerato en Barbastro debía ir a Lérida o Huesca para examinarse con sus compañeros en el Instituto de segunda enseñanza; tendría entonces Josemaría unos once o doce años. En esos viajes, algunos chicos decían palabras malsonantes, sostenían conversaciones menos convenientes, etc. Eso le hacía sufrir a Josemaría, y más de una vez se durmió por la noche rezando el Rosario para desagraviar por lo que decían aquellos compañeros.
Más tarde, en el Seminario, recitaba diariamente las tres partes del Rosario, y así lo hizo toda su vida. Impulsó esta devoción con gran afán apostólico, explicando con garbo que el Rosario es una oración que está «al alcance de todas las fortunas», porque es muy fácil cerrar un poco los ojos, representarse la escena del misterio, decir unas palabricas de cariño, y luego repetir Padrenuestros, Avemarias, y Glorias, y las letanías: tantas invocaciones que son piropos encendidos a la Virgen, muestras de cariño.
Movido por el amor a esta devoción mariana, después de celebrar la Santa Misa, un día de 1931, escribió de corrido su libro Santo Rosario, que publicó por primera vez en 1934. Ya se han hecho ochenta y tres ediciones de esa obra, en dieciocho idiomas, y ha llevado a tantas almas a vivir con sencillez esta devoción. A propósito del libro, señalaba: Hace años escribí, con la ayuda de Dios, un pequeño libro para enseñar a rezar el Rosario a la gente; no para que lo recen como yo, sino para que se suelten (...). Leed ese folleto, y después rezad el Rosario por vuestra cuenta, como queráis. Veréis qué bien, qué contentas estaréis y qué contentos, porque es de hombres esta devoción. ¡De hombres es rezar el Rosario!
Al final de su vida, resumió su larga experiencia acerca de los frutos maravillosos de esta plegaria explicando al dorso de millares y millares de estampas con imágenes de la Virgen: El rezo del Santo Rosario, con la consideración de los misterios, la repetición del Padrenuestro y del Avemaria, las alabanzas a la Beatísima Trinidad y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo acto de fe, de esperanza y amor, de adoración y reparación.