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2 octubre 2025

La Eucaristía

Una costumbre cristiana: Las comuniones espirituales. José Manuel Iglesias. Edic. Palabra, Madrid, Folletos MC, nº 338

Qué dice el Magisterio de la Iglesia acerca de la comunión espiritual
Con esta costumbre eucarística ocurre lo mismo que con tantas otras cuestiones.
La entraña apostólica de la comunión espiritual fue calando en las almas eucarísticas, se hizo costumbre cristiana; los teólogos la especificaron y el Magisterio de la Iglesia la «potenció», recomendándola y alabándola vivamente para que el cristiano pueda crecer en santidad de vida. Precisamente eso es lo que hace el Concilio de Trento cuando recoge y propone tres posibles maneras de comulgar: 1) Sólo sacramentalmente. 2) Sólo espiritualmente. 3) Sacramental y espiritualmente a la vez. Explicando así el segundo modo: «Lo reciben espiritualmente, a saber, aquellos que comiendo con el deseo aquel celeste Pan eucarístico, experimentan su fruto y provecho por la te viva que obra por la caridad. Insistiendo en hacer un firme propósito de comer este Pan del cielo. Es gracias a ese deseo, y a través de él, como se produce una verdadera manducación, experimentando su fruto y provecho: más fe y más caridad. Elogia sobremanera esta devoción y anima a los fieles a practicada.
Así lo explica el Catecismo Romano emanado de este singular Concilio. El interés de la cita puede justificar su transcripción íntegra:
«Unos reciben sólo el Sacramento, como son los pecadores que no temen recibir la Sagrada Eucaristía en su boca y corazón impuros, los cuales, dice San Pablo, que comen y beben indignamente el Cuerpo del Señor».
Acerca de esto se expresa así San Agustín: el que no está con Cristo, y en el que Cristo no mora, no come -sin duda alguna- espiritualmente su Cena, aunque material y exteriormente triture con los dientes el Sacramento del Cuerpo y Sangre del Señor. Por consiguiente, los que así dispuestos reciben la Eucaristía no sólo no sacan de ella fruto alguno, sino que, según afirma San Pablo: comen y beben su propia condenación.
Hay otros que reciben la Eucaristía sólo espiritualmente: tales son los que con el deseo e intención comen dicho Pan celestial inflamados en aquella te viva que obra animada por la caridad; con esto consiguen seguramente, si no todos, muy excelentes y provechosos frutos.
Finalmente, los que reciben la Eucaristía sacramental y espiritualmente son los que habiéndose examinado antes, según enseña San Pablo, y acercándose a la divina Mesa vestidos con el traje nupcial, reciben con la Eucaristía los riquísimos frutos antes indicados.
Concluye este Catecismo -que tanto influjo tuvo en la vida de la Iglesia en los cuatro últimos siglos -haciendo ver que el fin de las comuniones espirituales es acercamos a las sacramentales: ambas se complementan, un modo de comulgar exige el otro.
Resumiendo la doctrina que acabo de exponer, ya en nuestro siglo, San Pío X -el llamado Papa santo de la Eucaristía, que tanto hizo por fomentar la Comunión frecuente y diaria, y adelantó la edad de la Primera Comunión de los niños- la describe así en su propio Catecismo: «La comunión espiritual es un gran deseo de unirse sacramentalmente a Jesucristo diciendo, por ejemplo: 'Señor mío Jesucristo, deseo con todo mi corazón unirme a Vos ahora y por toda la eternidad', y haciendo los mismos actos que preceden o siguen a la Comunión sacramental».
En todo este siglo se insiste en la necesidad de acercarse frecuentemente a la Comunión sacramental; urge el Magisterio de la Iglesia en hacerla con esmerada preparación. En este sentido se entienden muchas enseñanzas de los últimos Papas. Precisamente, en textos recientes de la Santa Sede, se nos recuerda que la Presencia de Cristo en el Sagrario -lo mismo que la Exposición del Santísimo -también es para suscitar comuniones espirituales, aunque es en la celebración de la Misa donde tiene su mayor acogida la comunión interna o espiritual.