Página inicio

-

Agenda

1 octubre 2025

En diálogo con el Señor (1ª parte)

San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)
12ª. SAN JOSÉ, NUESTRO PADRE Y SEÑOR (19/III/1968) (4 de 5)
3j Si sois fieles, hijos, podrán decir de vosotros lo que de San José, el Patriarca Santo, afirma la liturgia: «Posuisti in capite eius coronam de lapide pretioso». ¡Qué tristeza me produce ver las imágenes de los Santos sin aureola! Me regalaron -y me conmoví- dos pequeñas imágenes de mi amiga Santa Catalina, la de la lengua suelta, la de la ciencia de Dios, la de la sinceridad. Y enseguida he dicho que les pongan aureola; una corona que no será de lapide pretioso, pero que tendrá buena apariencia de oro. Apariencia sólo, como los hombres.
3j «mi amiga Santa Catalina»: en esos años, san Josemaría tenía muy presente la figura de la mística de Siena, entre otros motivos, por el modo en que la santa manifestaba su apasionado amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, hablando con firmeza y claridad. Ver 9.2c, nota.
4a Mirad: ¿qué hace José, con María y con Jesús, para seguir el mandato del Padre, la moción del Espíritu Santo? Entregarle su ser entero, poner a su servicio su vida de trabajador. José, que es una criatura, alimenta al Creador; él, que es un pobre artesano, santifica su trabajo profesional, cosa de la que se habían olvidado por siglos los cristianos, y que el Opus Dei ha venido a recordar. Le da su vida, de entrega el amor de su corazón y la ternura de sus cuidados, le presta la fortaleza de sus brazos, le da... todo lo que es y puede: el trabajo profesional ordinario, propio de su condición.
4b «Beatus vir qui timet Dominum». Bienaventurado el hombre que teme al Señor, bienaventurada la criatura que ama al Señor y evita darle un disgusto. Este es el timor Domini, el único temor que yo comprendo y siento. «Beatus vir qui timet Dominum; in mandatis eius cupit nimis». Bienaventurada el alma que tiene ambición, deseos de cumplir los mandatos divinos. Esta inquietud persiste siempre. Si alguna vez viene un titubeo, porque el entendimiento no ve con claridad, o porque las pasiones nuestras se alzan como víboras, es el momento de decir: ¡Dios mío, yo deseo servirte, quiero servirte, tengo hambre de amarte con toda la pureza de mi corazón!

4b «el único temor que yo comprendo y siento»: sobre esta interpretación del timor Domini en san Josemaría, que se remonta a su oración del otoño de 1931, ver Camino, ed. crít.-hist., com. al n. 435.
4c Entonces, ¿qué nos faltará? ¡Nada! «Gloria et divitiae erunt in domo eius». No buscamos gloria terrena: será la gloria del Cielo. Todos los medios -que eso son las riquezas de la tierra— deben servirnos para hacernos santos, y para santificar el trabajo, y para santificar a los demás con el trabajo. Y en nuestro corazón habrá siempre una gran serenidad. «Et iustitia eius», la justicia de Dios, la lógica de Dios, «manet in sacculum sacculi», permanecerá por los siglos de los siglos, si no la echamos fuera de nuestra vida, por el pecado. Esa justicia de Dios, esa santidad que Él ha puesto en nuestra alma, exige —siempre con alegría y con paz— una lucha interior personal que no es de ruido, de alboroto: es algo más intenso, como muy nuestro, que no se pierde a no ser que nos rompamos, a no ser que lo quebremos como si fuera un cántaro de barro. Para arreglarlo están las Normas, está la confesión y la conversación fraterna con el Director. ¡Y de nuevo la paz, la alegría! ¡Y otra vez a sentir más deseos de cumplir los mandamientos del Señor, más ambición buena de servir a Dios y, por El, a las criaturas todas!
4c «Gloria et divitia ... saeculum saeculi»: «Gloria y riquezas llenan su casa; y su justicia durará eternamente».
5a «Cum esset desponsata Mater Iesu Maria Ioseph...: estando desposada su Madre María con José, sin que antes hubieran estado juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo». Es como la piedra de toque de la santidad admirable de este varón perfecto que es José. «Ioseph autem, vir eius, cum esset iustus et nollet eam traducere...»; pero José, su esposo, siendo, como era, justo, y no queriendo infamarla... No, no podía en conciencia. Sufre. Sabe que su esposa es inmaculada, que es un alma sin mancilla, y no comprende el prodigio que se ha obrado en ella. Por eso, «voluit occulte dimittere eam, deliberó dejarla secretamente». Tiene una vacilación, no sabe qué hacer, pero lo resuelve de la manera más limpia.
5a Ev. (Matth. I. 18). Crol971,203 ] '4Ev.(Matth. I, 13). EdcS, 101.
«Sabe que su esposa es inmaculada»: la interpretación que aquí hace el Autor sobre el estupor de san José, tiene un apoyo en la tradición patrística y espiritual, así como en la moderna exégesis. El Evangelio de san Mateo afirma que José «era justo». San Josemaría sigue la interpretación propuesta por los Padres de la Iglesia y la exégesis, que atribuyen la actitud de José a un respeto religioso: no osaba tomar como esposa a María, pues sabía que Ella pertenecía sólo al Señor (cfr. René Laurentin, Les Évangiles de l’enfance du Christ: vérité de Noel au-dela des mythes: exégése et sémiotique, historicité et théologie, Paris, Desclée, Desclée de Brouwer, 1983 pp. 319-321). Fray Bernardino de Laredo, místico español del siglo xvi, cuyo Tratado de San José apreciaba san Josemaría, sigue una opinión parecida, atribuyendo a la humildad de san José el deseo de apartarse de la Virgen: «Reputándose no digno de misterios tan altísimos como en la Virgen pensaba que obraba Dios» decía en su interior «yo me apartaré de aquesta Señora mía pues soy hombre pecador», pues había comprendido su «santidad perfecta» (cfr. Bernardino DE Laredo, Tratado de san José, Madrid, Rialp, 1977, pp. 34-36).