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8 enero 2025

En diálogo con el Señor (1ª parte)

San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)
1ª. VIVIR PARA LA GLORIA DE DIOS (21/XI/1954) (6 de 7)

5b Os miro, hijos... ¡Qué alegría cuando te llegue el momento de enseñar a tus hermanos que los hijos de Dios en su Opus Dei han de ser contemplativos, almas contemplativas en medio del mundo! Tenéis que mantener una continua vida de oración, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. ¿De la noche a la mañana, Padre? Sí, hijo, también durmiendo.

5b «durmiendo»: san Josemaría lo tenía bien experimentado; en sus Apuntes íntimos había escrito que Dios «me daba continua oración, aun durmiendo» (Cuaderno VI, n.° 877, 24-XI-I932, en Camino, ed. crít.-hist., p. 8). Es una experiencia que entronca con la tradición espiritual de la “oración continua”, cultivada en la Iglesia desde antiguo, que sigue la recomendación evangélica de «orar siempre y no desfallecer» (Lc 18, 1) y el consejo de san Pablo: «orad sin cesar» (1 Ts 5, 17). Vuelve a mencionarlo en 9,4c y 10,2c.

5c Tú admiras, como yo, la vida silenciosa de esos hombres que se encierran en un viejo convento, ocultos en sus celdas; vida de trabajo y de oración. Cuando alguna vez he visitado a los cartujos, salgo de allí edificado y queriéndoles mucho. Comprendo su vocación, su apartamiento del mundo, y me alegro por ellos, pero... allí dentro siento mucha tristeza. En cuanto vuelvo a la calle, me digo: ¡mi celda, ésta es mi celda! Nuestra vida es tan contemplativa como la suya. Dios nos da los medios para que nuestra celda —nuestro retiro- esté en medio de las cosas del mundo, en el interior de nuestro corazón. Y pasamos el día —si hemos adquirido la formación específica nuestra— en un continuo diálogo con Dios.

5d Cristo, María, la Iglesia: tres amores para llenar una vida. María, tu Madre -se te iba a escapar: mamá; no importa, díselo también-, con San José y tu Ángel Custodio.

5e Enseñarás a tus hermanos que han de ser contemplativos y serenos. Aunque todo el mundo se hunda, aunque todo se pierda, aunque todo se agriete..., nosotros, no. Si somos fieles, tendremos la fortaleza del que es humilde, porque vive identificado con Cristo. Hijos, somos lo permanente; lo demás es transeúnte. ¡No pasa nada!

5f Padre, ¿y si me pegan dos tiros? ¡Santa cosa! No es nuestro camino, pero aceptaríamos la gracia del martirio como un mimo de Dios: no a nosotros, sino a nuestra familia del Opus Dei, para que ni siquiera por eso nos venza la soberbia. No nos faltará ese mimo..., pero pocas veces, porque no es el camino nuestro.

6a ¡Serenos! Procuremos que no nos falte sentido de responsabilidad, sabiéndonos eslabones de una misma cadena. Por lo tanto –hemos de decir de veras cada uno de los hijos de Dios, en su Obra- quiero que ese eslabón, que soy yo, no se rompa: porque, si me rompo, traiciono a Dios, a la Iglesia Santa y a mis hermanos. Y nos gozaremos en la fortaleza de los otros eslabones; me alegrará que los haya de oro, de plata, de platino, engastados en piedras preciosas. Y cuando parece que me voy a quebrar, porque las pasiones me han turbado; cuando parece que un eslabón se resquebraja... ¡tranquilos! Se le ayuda, para que siga adelante con más amor, con más dolor, con más humildad.


6a «sabiéndonos eslabones»: el símil de los eslabones, que utiliza en otros lugares (cfr. Amigos de Dios, n. 76), habla de la importancia de la fidelidad a Dios, para que la “cadena” -la Comunión de los Santos- no se rompa. La fuerza de la cadena depende de la resistencia a la tracción de cada uno de sus anillos. Por eso, lo decisivo es que todos juntos resistan, pues la ruptura de uno significa la inutilidad del conjunto. No le importa a san Josemaría la materia con que está hecho el eslabón, pues uno de humilde hierro -una persona con menos cualidades- puede llegar -por su santidad- a sostener más peso y más responsabilidad que otro de un material más valioso.

6b Dirás a tus hermanos que deben ser contemplativos y serenos, con sentido de responsabilidad en la vida ordinaria, porque nuestro heroísmo está en lo pequeño. Nosotros buscamos la santidad en el trabajo ordinario, cotidiano.