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16 enero 2025

La Eucaristía

Carta pastoral con motivo del Año de la Eucaristía.
Mons. Javier Echevarría, Roma, 6 de octubre de 2004

Credo quidquid dixit Dei Filius; nil hoc verbo veritatis verius
Palabras de vida
Nuestra fe se funda en las palabras mismas del Señor, que la Iglesia ha entendido siempre como son, es decir, en sentido plenamente real.
Después de haber multiplicado los panes y los peces, el Señor declaró: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo» (Jn 6, 51).
No hablaba en términos figurados; si hubiera sido así, al comprobar que muchos —incluidos algunos discípulos— se escandalizaban ante esos vocablos, los habría explicado de otro modo. Pero no lo hizo; al contrario, reafirmó con fuerza: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y Yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (Jn 6, 54-55).
Para que no pensaran que iba a ofrecérseles como alimento de forma material y sensible, añadió: «El Espíritu es el que da la vida, la carne no sirve de nada; las palabras que os he hablado son espíritu y son vida» (Jn 6, 63).
Son palabras del Verbum spirans amorem: palabras de amor, que llevan al amor, porque revelan el Amor de Dios a la humanidad, que anuncian la Buena Nueva: «La Trinidad se ha enamorado del hombre».
¿Cómo no van a importarle nuestras cosas? ¿Cómo no intervendrá en nuestro favor cuando sea necesario?
«Dice Sión: "Yahveh me ha abandonado, el Señor me ha olvidado". ¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella pudiera olvidarle, yo no te olvidaré» (Is 49, 14-15).
Este interés, este cuidado de Dios por cada uno de nosotros, con la encarnación del Verbo nos llega a través de su Corazón humano. «Conmueven a Jesús el hambre y el dolor, pero sobre todo le conmueve la ignorancia.
"Vio Jesús la muchedumbre que le aguardaba, y enterneciéronsele con tal vista las entrañas, porque andaban como ovejas sin pastor, y así se puso a instruirlos sobre muchas cosas" (Mc 6, 34)».