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21 agosto 2025

La Eucaristía

Una costumbre cristiana: Las comuniones espirituales. José Manuel Iglesias. Edic. Palabra, Madrid, Folletos MC, nº 338

El valor central de la Santa Misa
-¿Os gusta el ejemplo de la tienda de campaña…?
-Sí -me contestaban los pequeños-. Pero, ¿cuál es el palo central? -solía preguntar alguno.
-No cabe duda -contestaba yo- que, en la vida del cristiano, el «palo central» es la Santa Misa.
Si vivimos bien el santo Sacrificio del Altar, si no lo abandonamos, si -por el contrario- lo tenemos bien clavado y fijado como algo esencial en nuestra vida, no hay problema: toda la lucha por mejorar -un poquito cada día- consistirá en preocuparse de ir tensando -día a día- los «vientos»del plan de vida, sin dar lugar al desánimo ni al abandono.
Qué bien nos lo enseña Su Santidad el Papa Juan Pablo II: «El camino esencial de la Iglesia como Pueblo de Dios es el perseverar y el avanzar constantemente en la vida eucarística, en la piedad eucarística, el desarrollo espiritual en el clima de la Eucaristía». Todos los demás sacramentos reciben su consumación y coronamiento en el de la Eucaristía... y si toda costumbre y norma del plan de vida de un cristiano ha de tener su razón de ser en la Santa Misa, con mayor razón tendrán ahí sus raíces las costumbres eucarísticas.
Así lo hace ver también Juan Pablo II en su primera Encíclica: «Toda la vida sacramental de la Iglesia y de cada cristiano alcanza su vértice y su plenitud precisamente en la Eucaristía (.. .). La Iglesia vive de la Eucaristía, vive de la plenitud de este Sacramento (...). Es verdad esencial no sólo doctrinal, sino también existencial, que la Eucaristía construye la Iglesia»!
Con otras palabras, lo mismo afirma la enseñanza perenne de nuestra Madre la Iglesia: «El misterio Eucarístico es sin duda el centro de la Liturgia sagrada; más aún, de toda la vida cristiana. Por eso la Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, trata de penetrarlo cada día más y de vivir de él más intensamente» .
El santo Sacrificio es -así se lo oí expresar un día al Fundador del Opus Dei en el campus de la Universidad de Navarra, en una bella homilía ante una multitud de personas-: «...la aéción más sagrada y trascendente que los hombres, por la gracia de Dios, podemos realizar en esta vida: comulgar con el Cuerpo y la Sangre del Señor viene a ser, en cierto sentido, como desligarnos de nuestras ataduras de tierra y de tiempo, para estar ya con Dios en el Cielo...».
La Eucaristía nos hace presente al Redentor del hombre -Nuestro Señor Jesucristo- y la Reden-ción de los hombres por El lograda: ahora, al cabo de tanto tiempo -como consecuencia de ese prodigio divino de la transubstancia-ción- no pierde actualidad, vuelve a revivirse lo que ocurrió hace dos mil años. En la Santa Misa el Sacrificio del Calvario es una realidad de todos los días, de todos los lugares, inserta en la vida de cada uno. ¡Jesús está ahí! Está en su realidad corporal y con su potencia creadora de salvación humana. Está, como en el cielo, glorioso y triunfante. Está fundando en su Sangre la nueva y eterna Alianza. Está rememorando lo que ocurrió -de una vez para siempre ¬en lo alto de la Cruz: su Pascua y nuestra Pascua -su «paso» y «nuestro paso»- hacia una nueva y salvadora condición.
Cruz viviente, Misa continuada, se lee en el altar de una casa de almas consagradas a Dios. Desean recordar así que es en torno al Sacrificio del Altar donde cobra su pleno sentido la cruz de cada día: De la Santa Misa sale fuerza y energía para llenar de amor a Dios todos los momentos del día, y hacia ella deben confluir los quehaceres cotidianos.
Y para que la Misa pueda dar consistencia y vigor a toda la vida del cristiano, interesa que esté complementada con la práctica frecuente de costumbres eucarísticas; por ejemplo: la Visita al Santísimo -de la que he hablado en otro folleto- y las comuniones espirituales de que ahora trato..., pues el esfuerzo del cristiano en el curso de la jornada debe ser precisamente aumentar y perfeccionar la unión eucarística.