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San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)
8ª. LOS PASOS DE DIOS (14/II/1964) (2 de 5)
2g No creo que necesite sufragios; si los necesita, yo los hago en este momento. Le vi sufrir con alegría, sin manifestar el sufrimiento. Y vi una valentía que era una escuela para mí, porque después he sentido tantas veces que me faltaba la tierra y que se me venía el cielo encima, como si fuera a quedar aplastado entre dos planchas de hierro.
2g Lo vi sufrir con alegría ... dos planchas de hierro. Med1970,5,262. ||| Le vi Crol976,854 EdcS,71 ] Lo vi Med1970,5,262.
2h Con esas lecciones y la gracia del Señor, quizá haya yo perdido en alguna ocasión la serenidad, pero pocas veces.
3a Pasó el tiempo y vinieron las primeras manifestaciones del Señor aquel barruntar que quería algo, algo. Nació mi hermano cuando mis padres estaban ya agotados por la vida. Tenía yo quince o dieciséis años, cuando mi madre me llamó para comunicarme: vas a tener otro hermano. Con aquello toqué con las manos la gracia de Dios; vi una manifestación de Nuestro Señor. No lo esperaba.
3a-d Pasó el tiempo ... penitencia. Crol975,219. ||| quería algo, algo. m6402l4-20 Crol976,855 EdcS,71 ] algo de mí. Cro1975,219. || quince o dieciséis años Cro1975,219 ] dieciséis años Crol976,855 EdcS,71 || para despertar en mi alma una sed insaciable de Dios Crol975,219 ] para meter en mi alma esa inquietud divina Crol976,855 EdcS,72 || También a mí me han sucedido cosas de este estilo, Crol976,855 EdcS,72 add. || que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la confesión... y a la penitencia, m.640214-20 Crol976,855 EdcS,72 ] : cosas que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la penitencia. Crol975,219.
«aquel barruntar que quería algo»: san Josemaría usaba ese verbo -o el sustantivo “barruntos”- adaptando el sentido que le atribuye el DRAE («prever, conjeturar o presentir alguna señal o indicio») al entrever la voluntad de Dios, su llamada, su Amor.
«mi hermano»: Santiago Escrivá de Balaguer nació el 28 de febrero de 1919. Con la decisión de san Josemaría de ser sacerdote, sus padres quedarían privados de un hijo varón que sacara adelante a la familia. Por eso, suplicó a Dios que diera a sus padres otro hijo. Meses más tarde, cuando su madre le anunció que iba a tener un hermano, comprendió que era un don de Dios. Ver AVPI, pp. 101, 108-109.
3b Mi padre murió agotado. Tenía una sonrisa en los labios y una simpatía particular. No me ofusca mi cariño filial, pues yo no era un hijo ejemplar: me rebelaba ante la situación de entonces. Me sentía humillado. Pido perdón.
3b «Mi padre murió agotado»: falleció repentinamente el 27 de noviembre de 1924, a los cincuenta y siete años de edad, sin aparentes síntomas de enfermedad. Sobre las circunstancias de su muerte, ver AVP I, pp. 182-188.
«me rebelaba»: probablemente, como sugiere Vázquez de Prada, experimentaba una resistencia interior al no entender el sentido de los sufrimientos que se abatieron sobre su familia. Cfr. AVP I, p. 62.
3c Dios Nuestro Señor, de aquella pobre criatura que no se dejaba trabajar, quería hacer la primera piedra de esta nueva arca de la alianza, a la que vendrían gentes de muchas naciones, de muchas razas, de todas las lenguas.
3d Acuden a mi pensamiento tantas manifestaciones del Amor de Dios. El Señor me fue preparando a pesar mío, con cosas aparentemente inocentes, de las que se valía para despertar en mi alma una sed insaciable de Dios. Por eso he entendido muy bien aquel amor tan humano y tan divino de Teresa del Niño Jesús, que se conmueve cuando por las páginas de un libro asoma una estampa con la mano herida del Redentor. También a mí me han sucedido cosas de este estilo, que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la confesión... y a la penitencia.
3d «una estampa con la mano herida del Redentor»: el episodio se encuentra en la autobiografía de la santa carmelita: «Un Domingo, mientras estaba mirando una estampa de Nuestro Señor en la Cruz, quedé impresionada por la sangre que caía de una de sus manos Divinas. Sentí inmensa pena pensando que aquella sangre caía al suelo sin que nadie se apresurase a recogerla. Me resolví a permanecer en espíritu al pie de la Cruz para recibir el rocío divino que de ella goteaba. Y pensaba que yo luego tendría que
derramarla sobre las almas...», Manuscrito A, 45, 4-5 v.°, 21, en Teodoro H. MARTÍN, Historia de un alma: manuscritos autobiográficos de Santa Teresa de Lisieux, Madrid, BAC, 1997, pp. 93-95. La referencia a las páginas de un libro aparece en la versión de Historia de un alma que circuló durante muchos años, antes de que se realizara el estudio crítico de los manuscritos de santa Teresa de Lisieux. Allí se escribía que la estampa se encontraba en el misal de Teresa y se deslizó de sus páginas al final de la Misa, cayendo bajo sus ojos y produciendo el efecto descrito. Cfr. Claude Langlois, Thérése de Lisieux, Lautobiographic de Thérése de Lisieux: édition critique du manuscrit A, 1895, Paris, Cerf, 2009, p. 387.
« También a mí me han sucedido cosas de este estilo»: cabe mencionar el episodio de las huellas en la nieve de los pies descalzos de un carmelita, que vio en las calles de Logroño, y que le llevaron a preguntarse qué hacía él por Dios. Cfr. AVP I, p. 96.