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29 marzo 2025

María

Federico Delclaux. Santa María en los escritos del beato Josemaría Escrivá de Balaguer. Rialp, Madrid, 1992

Predestinada desde toda la eternidad
Cuando un artista se dispone a realizar su obra, la vislumbra en su unidad. Aún es confusa, pero ya cercana. Al fin comienza, despacio. Y mientras el trabajo avanza, descubre cómo en ese quehacer se van integrando vivencias y sabidurías aprendidas hace muchos años.
Parece —es sólo un modo de decir— como si también Dios en los inicios se hubiera recogido en silencio para perfilar la obra de arte que es la Virgen María. Así, cuando la Trinidad Santísima estableció, desde la eternidad, el decreto de que la segunda Persona divina, el Verbo, se encarnaría asumiendo la naturaleza humana, en ese mismo decreto quedó también establecido que la encarnación se realizaría por obra del Espíritu Santo en Santa María.
En la mente de Dios está ya la riqueza de la que será la Madre de Cristo. Dios Omnipotente, Todopoderoso, Sapientísimo, tenía que escoger a su Madre.
¿Tú, qué habrías hecho, si hubieras tenido que escogerla? Pienso que tú y yo habríamos escogido la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Dios. Por tanto, después de la Santísima Trinidad, está María.
—Los teólogos establecen un razonamiento lógico de ese cúmulo de gracias, de ese no poder estar sujeta a satanás: convenía, Dios lo podía hacer, luego lo hizo. Es la gran prueba. La prueba más clara de que Dios rodeó a su Madre de todos los privilegios, desde el primer instante. Y así es: ¡hermosa, y pura, y limpia en alma y cuerpo!

El Artista divino comienza su creación. Indudablemente, Cristo es el modelo y centro de todo lo creado; pero también puede decirse que la Virgen estaba en la mente de Dios cuando creaba el universo; por eso, la liturgia aplica a Santa María las palabra s del libro de los Proverbios: «Cuando fundó los cielos, yo estaba allí; cuando puso una bóveda sobre la faz del abismo; cuando daba consistencia al cielo en lo alto; cuando daba fuerza a las fuentes del abismo; cuando fijó sus términos al mar para que las aguas no traspasasen sus límites; cuando echó los cimientos de la tierra, estaba yo con Él como arquitecto, siendo siempre su delicia, jugando ante El en todo tiempo, recreándome en el orbe de la tierra, siendo mis delicias estar con los hijos de los hombres».
Así después lo han ido descubriendo los hombres; Ella será llamada sol, estrella, nube, flor... Toda la bondad, toda la hermosura, toda la majestad, toda la belleza, toda la gracia adornan a nuestra Madre. —¿No te enamora tener una Madre así?
Después, al pecar Adán y Eva, Dios revela cómo pondrá enemistades entre el demonio y la mujer, y entre sus descendencias, y anuncia la venida del Redentor, Cristo, nacido de María. Esa esperanza de salvación es cada vez más nítida mediante los profetas enviados por Dios, y se transmite durante el paso de los siglos de padres a hijos.