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Carta pastoral con motivo del Año de la Eucaristía.
Mons. Javier Echevarría, Roma, 6 de octubre de 2004
Plagas, sicut Thomas, non intueor, Deum tamen meum te confiteor
A la hora de las pruebas
No excluyamos en nosotros mismos, por diversos motivos, una inicial resistencia a creer, por la acumulación de experiencias negativas; por la adversidad de un ambiente anticristiano; o por «un encuentro inopinado con la Cruz», que se nos muestra más concreta y cruda:
«Porque Dios nos pide a todos una abnegación plena, y a veces el pobre hombre de barro —de que estamos hechos— se rebela; sobre todo, si hemos dejado que nuestro yo se interponga en el trabajo, que ha de ser para Dios».
Ese tipo de situaciones las superamos siempre, con la gracia divina, si las afrontamos por lo que son: invitaciones a acercarnos más a Dios, a conocerle mejor y amarle más, a servirle con más eficacia.
Y el medio más seguro para superarlas nos viene facilitado por el encuentro con Cristo crucificado y glorioso; con Jesús sacramentado.
De modo muy especial, entonces, ha llegado el momento de ir al Sagrario a hablar con el Señor, que nos muestra sus llagas como credenciales de su amor;
y, con fe en esas llagas que físicamente no contemplamos, descubriremos con los apóstoles la necesidad del Misterio de que «Cristo padeciera y así entrara en su gloria» (Lc 24, 26);
acogeremos más claramente la Cruz como un don divino, entendiendo así aquella exhortación de nuestro Padre: «empeñémonos en ver la gloria y la dicha ocultas en el dolor».