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19 febrero 2025

En diálogo con el Señor (1ª parte)

San Josemaría. En diálogo con el Señor (ed. crítica)

3ª. CON LA DOCILIDAD DEL BARRO (3/XI/1955) (1 de 3)
1a He encontrado unos viejos papeles, que me han servido muchas veces para hablar a vuestros hermanos que ahora son mayores. Y hay un texto del Apóstol a los de Corinto, en el que se lee: «Modicum fermentum totam massam corrumpit». ¿Veis? Una pequeña cantidad de levadura hace que fermente toda la masa.
Ib ¡Hijos de mi alma! Si dentro de esta gran masa de los hombres –nos interesan todas las almas-, si dentro de esta gran muchedumbre humana, el Opus Dei es un fermento, dentro del Opus Dei, por un amor de predilección del Señor, vosotros sois fermento, sois levadura. Estáis aquí mis hijos para que -con la ayuda de la gracia divina y de vuestra correspondencia- os preparéis para ser, en todos los lugares del mundo, la levadura que dé gracia, que dé sabor, ¡que dé volumen!, con el fin de que, luego, este pan de Cristo pueda alimentar a todas las gentes.

1b «vosotros sois fermento»: por el hecho de estar en el Colegio Romano de la Santa Cruz, quienes le escuchaban tenían la responsabilidad de dar buen ejemplo a los demás, siendo instrumentos fieles al servicio de la unidad, de la extensión de los apostolados y de la santificación de los demás miembros del Opus Dei.
2a Y habéis venido decididos a dejaros formar, a dejaros preparar. Esa formación, mientras hará que vuestra personalidad -la de cada uno- se mejore con sus características particulares, os dará ese común denominador, esta sangre de nuestra familia sobrenatural, que es la misma para todos. Pero si hemos de lograr esto, tú, hijo mío -porque hablo para ti solo-, tienes que estar dispuesto a ponerte en manos de los Directores como se pone el barro en manos del alfarero. Y te dejarás hacer y deshacer, y cortar, y bruñir. Si hasta ahora no hubiera sido así, es éste el momento de rectificar, de decir al Señor que te abandonas en Él con la docilidad con que un pedazo de lodo deja hacer a los dedos del artesano.
2a «común denominador»: se refiere a la doctrina de la Iglesia y al espíritu del Opus Dei, que todos comparten en la Obra, tanto jóvenes como mayores, mujeres u hombres, solteros o casados, laicos o sacerdotes. Al mismo tiempo cada cual puede y debe tener un “numerador diversísimo”: su modo de ser, sus inclinaciones personales, sus gustos o aficiones, etc., y sus opciones en el terreno político, económico, cultural..., en todo aquello que es opinable para un católico. «Somos como quebrados con el mismo denominador -escribía en una de sus cartas-. Un numerador amplísimo, sin orillas: conforme siempre a las circunstancias de cada uno de los miembros. Un denominador común: con una doctrina espiritual específica o peculiar, que nos empuja a buscar la santidad personal», Carta 8-XII-1949, n. 29 (en AVPIII, p. 312).
2b Mientras yo hablo -Jesús nos preside desde el Sagrario, como presidía a los primeros Doce-, tú haces tu oración, y vas preparando unos propósitos concretos, que hagan realidad el gran propósito tuyo del amor. Hay momentos difíciles en la vida, en los que viene muy bien ese propósito concreto, aunque yo he repetido tantas veces que en muchas ocasiones no hacen falta. ¿Qué propósito concreto hacía mi madre para tratarme con tanto cariño? Me quería tanto, que no lo necesitaba. Pero a ti, ahora, te hace falta, y por eso te digo que hagas un propósito concreto: ¡Señor, con tu gracia, con la ayuda de Nuestra Madre del Cielo, yo, que me encuentro aquí, en esta gran red, en esta gran barca del Opus Dei, dejaré que las manos de los Directores me moldeen, para hacerme hermoso en tu presencia, fuerte, recio, eficaz! Para tener, de veras, en toda la vida interior y en el trabajo externo, este bullir limpio, sobrenatural, de la sangre de familia.
2c ¿Quién de vosotros no ha visto cómo se procede en una clínica, cuando hay que operar? El cuidado que se pone, la asepsia, la limpieza extraordinaria por parte de los médicos; esos mil detalles que muchos conoceréis mejor que yo. Pues debes dejar que hagan contigo lo mismo. Te quitarán la ropa, que estorba. Después, quizá te la devolverán, si va bien, tras de meterla en el autoclave para desinfectarla. Y más tarde, porque te quieren, quizá tendrán que coger el bisturí. Vas entonces a decirle a Jesús: «Sicut lutum in manu figuli!»; como barro en manos del alfarero, así quiero estar en las manos de los Directores. Pongo todo mi empeño, toda mi pobre buena voluntad, para dejar que corten, que operen, que sanen, que me rehagan cuando haga falta.

2c «¿Quién de vosotros no ha visto cómo se procede en una clínica»...: describe el Autor, con ayuda de una comparación médica, la delicada tarea de estimular las virtudes y ayudar a combatir los defectos a quien se ha propuesto avanzar por la senda de la santidad. Difícil cometido, que pide un acompañamiento exigente y lleno de caridad, una prudente discreción y mucha visión sobrenatural. Como el cirujano, que ha de aplicar su ciencia con humanidad pero también con decisión, para sanar al enfermo, aunque duela.
«Te quitarán la ropa, que estorba»: metafóricamente se refiere a los apegamientos a cosas o deseos terrenos, que estorban la libertad espiritual o dificultan la curación del alma. La imagen de la ropa es bien expresiva: se pega al cuerpo e impide al médico ver la herida y curarla. Quizá es también origen de enfermedades y antes de volver a usarla es preciso desinfectarla, por medio del amor a Dios, que todo purifica. Tal es, a nuestro juicio, la interpretación de este ejemplo, que recuerda los años pasados por san Josemaría entre los enfermos de Madrid.