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14 septiembre 2024

Santa Ana Catalina Emmerick. La vida oculta de la Virgen María.

FIESTA DE LA VISITACIÓN

He visto un cuadro indescriptible de la Iglesia. Se me apareció la Iglesia en forma de una fruta octogonal muy delicada nacida de un tallo cuyas raíces tocaban en una fuente que serpenteaba en la Tierra. El tallo no era más alto de lo necesario para poder ver entre la iglesia y la Tierra. Delante de la iglesia había una puerta que estaba sobre la fuente misma, que serpenteaba arrojando de sí a ambos lados algo blanco como arena, y en derredor todo reverdecía y fructificaba. En la parte delantera de la iglesia no se veía raíz alguna que bajara a la Tierra. Dentro de la iglesia y en medio de ella había, a semejanza de la cápsula de las semillas de la manzana, un recipiente formado por filamentos blancos muy tiernos por cuyos intersticios se veían como semillas de manzana. En el suelo de dentro de la iglesia había una abertura por la cual se podía mirar la fuente que ondulaba. Mientras lo miraba, vi que algunos granos resecos y marchitos caían en la fuente.

Aquella especie de flor se fue convirtiendo cada vez más en una iglesia y la cápsula del medio en un artístico armazón parecido a un bonito ramo, en el que la Santísima Virgen y a Santa Isabel parecían a su vez dos santuarios o Sancta santorum. Vi que ambas se saludaban volviéndose una hacia la otra. En ese momento aparecieron en ellas dos rostros: Jesús y Juan. A Juan lo vi encorvado dentro del seno materno. A Jesús lo vi como suelo verlo en el Santísimo Sacramento, como un niñito luminoso que iba hacia donde estaba Juan. Estaba de pie, como flotando, y se acercó a quitarle la neblina a Juan. El pequeño Juan estaba ahora con el rostro en el suelo. La neblina cayó al pozo por la abertura antes mencionada, la fuente que estaba debajo la absorbió, y la neblina desapareció de allí. Después Jesús levantó al pequeño Juan en el aire y lo abrazó. Después los he visto a los dos volver al seno materno, mientras Isabel y María cantaban el Magníficat.

En este cántico he visto a ambos lados de la iglesia a Zacarías y José que se adelantaban, y detrás de ellos otros muchos hasta llenar la iglesia, lo que concluyó con una gran festividad que se celebró en su interior. Alrededor de la iglesia crecía una viña con tanta fuerza que fue necesario podarla por varias partes.

La iglesia se asentó finalmente en el suelo, apareció un altar en ella, y en la abertura que daba al pozo se formó un baptisterio. Mucha gente entraba a la iglesia por la puerta. Todas estas transformaciones se produjeron lentamente, como brotando y creciendo. Me resulta difícil explicarlo tal como lo he visto.

Más tarde, tuve otra visión en la fiesta de San Juan. La iglesia octogonal era ahora transparente como el cristal o mejor dicho como si fueran rayos de agua cristalina. En medio de ella, bajo una torrecita, había una fuente de agua en la que vi a Juan bautizando. De pronto el cuadro cambió y de la fuente del medio brotó un tallo como una flor. En derredor había ocho columnas con una corona piramidal sobre la cual estaban con María y José los antepasados de Ana, Isabel, y Joaquín, y los antepasados de Zacarías y de José, algo apartados de la rama principal. Juan estaba arriba, en una rama del centro. Pareció que salía una voz de él y entonces he visto muchos pueblos, reyes y príncipes entrar en la iglesia, y que un obispo distribuía el Santísimo Sacramento. Oí a Juan que hablaba de la gran dicha de la gente que había entrado en la iglesia.}

NACIMIENTO DE JUAN. MARÍA VUELVE A NAZARET. JOSÉ TRANQUILIZADO POR UN ÁNGEL

[El 9 de julio de 1821, Ana Catalina descubrió cerca de sí una reliquia de Pármenas, discípulo de Cristo, y contó diversas cosas de este santo y, entre otras, las siguientes visiones relativas a lo que aquí se trata.]

He visto que, tras regresar de Juta a Nazaret, la Santísima Virgen pasó unos días en casa de los padres de Pármenas, que más tarde fue uno de los discípulos pero que entonces aún no había nacido. Me parece que esto lo vi en la misma época del año en que ocurrió, según sentí mientras lo contemplaba.

[Por consiguiente, el nacimiento de Juan el Bautista debió ocurrir a fines de mayo o primeros de junio. María permaneció tres meses en casa de Isabel hasta que nació Juan, pero no estuvo allí cuando le circuncidaron. A causa de sus molestias, Ana Catalina ya no contó nada más del nacimiento ni de la circuncisión del Bautista, que puede leerse en el Evangelio de San Lucas, 1, 57-80:

«Cuando a Isabel le llegó el tiempo dio a luz un hijo. Se enteraron los vecinos y parientes que el Señor le había hecho una gran misericordia y se alegraron con ella. A los ocho días vinieron a circuncidar al niño. Y querían llamarlo Zacarías como su padre. Pero la madre intervino diciendo:

—¡No, sino que debe llamarse Juan! —y le dijeron: —Ninguno de tus parientes se llama así.

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y dijo: «Juan es su nombre». Habló y bendijo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos y todos estos hechos se comentaban por la montaña de Judea. Todos los que le escuchaban lo ponían en sus corazones y decían:

—¿Qué será este niño?— porque la mano del Señor estaba con él.

Entonces Zacarías, su padre se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo:

—Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la Salvación por el perdón de los pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. Este niño crecerá en fortaleza y se quedará en el desierto hasta el día que se presente a Israel.]

La Santísima Virgen viajó de regreso a Nazaret después del nacimiento de Juan y antes de su circuncisión; José salió a su encuentro a mitad del camino.

[Ana Catalina estaba tan molesta y enferma que no dijo quién acompañó a María hasta allí, ni tampoco el sitio concreto donde se encontró con José. Tal vez fuese en Dozán, donde se habían hospedado durante su viaje a casa de Isabel en casa del amigo del padre de José. Probablemente la acompañaran hasta allí parientes de Zacarías o amigos de Nazaret que tuvieran precisión de hacer este viaje, suposición esta última que podría ser acertada según los siguientes detalles:]

Cuando José hizo con la Santísima Virgen la mitad del camino de regreso de Juta a Nazaret, se percató de su estado, que su cuerpo estaba bendecido, por lo que se debatía en dudas y preocupaciones, pues no conocía el anuncio del ángel a la Santísima Virgen. Inmediatamente después de su boda, José había ido a Belén a arreglar algunos asuntos de la herencia, mientras María había ido a Nazaret con sus padres y unas compañeras. El saludo angélico acaeció antes de que José regresara a Nazaret, pero María, en su pudorosa humildad, había guardado para sí aquel secreto de Dios.

José, desasosegado por la evidencia, no se explayó, sino que luchó en silencio con sus dudas. La Santísima Virgen, a quien esto ya le había preocupado de antemano, se puso seria y meditabunda, lo que todavía aumentó más la inquietud de José.

Cuando llegaron a Nazaret no vi que la Santísima Virgen fuera enseguida a la casa de José, sino que se quedó unos días con una familia pariente suya; eran los padres de Pármenas, un discípulo que nació después que Jesús y que llegó a ser uno de los siete diáconos de la primera comunidad cristiana de Jerusalén.

Esta gente estaba emparentada con la Santísima Virgen, pues la madre era hermana menor del tercer marido de María Cleofás, el padre de Simeón, obispo de Jerusalén. Tenían casa y un huerto de especias en Nazaret y también estaban emparentados con la Sagrada Familia por parte de Isabel.

La Santísima Virgen, antes de volver a casa de José, se quedó unos días con esta familia. Entretanto, la inquietud de José había aumentado tanto que, cuando María quiso volver con él a casa, tomó la decisión de abandonarla y huir en secreto, y cuando estaba dándole vueltas a la idea, un ángel se le apareció en sueños y le consoló.