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10 septiembre 2024

Ignacio Domínguez. El Salmo 2. Ed. Palabra, Madrid, 1977

Sión, el monte santo de Dios Sión es monte santo.

La Iglesia es santa e inmaculada: sin mancha ni arruga ni nada semejante (Efes 5, 27).

Así de claro habla el Apóstol San Pablo: aunque hay algunos que no acaban de enterarse:

santa por su fundador, que es Jesucristo;

santa por su fin, totalmente sobrenatural;

santa por sus dogmas, verdades reveladas, de las que sale garante el mismo Dios;

santa por sus sacramentos, acciones que tie­nen por autor al mismo Cristo, con los cua­les concede la gracia ex opere operato;

santa por la vida divina que en ella se da, aunque no todos y cada uno de sus miem­bros la posean y la vivan: trigo y cizaña, vírgenes necias y sabias, siervos buenos junto a siervos perezosos, en la Iglesia hay justos y pecadores. Pero la Iglesia como tal es san­ta y desea que sean santos todos sus miem­bros.

La palabra Sión, para San Agustín, significa Contemplación. Y a su juicio, ninguna cosa repre­senta con más propiedad que a la Iglesia, ya que en la Iglesia es donde quotidie —cada día— intentio erigitur —se eleva el ánimo— speculandae caritatis Dei — a la contemplación de la claridad de Dios—.

Todos contemplativos, en Sión, monte santo:

contemplativos en el claustro, los religiosos;

contemplativos en mitad de la calle, todos los demás fieles.

Terminamos nuestra meditación con un acto de fe: Creo en la santa Iglesia: católica, apostólica, romana: Dice Camino: «Católico, apostólico, ¡ro­mano! Me gusta que seas muy romano. Y que ten­gas deseos de hacer tu "romería", "videre Petrum" para ver a Pedro» (camino, n. 520).

Y desde Roma, Pedro, el Papa Pablo VI, ante la avalancha de abusos que continuamente se están introduciendo, hace un llamamiento a todos: tam­bién a nosotros:

renovación, sí; cambio arbitrario, no;

historia siempre viva y nueva de la Iglesia, sí; historicismo disolvente del compromiso dogmático tradicional, no;

integración teológica según las enseñanzas del Concilio, sí; teología conforme a libres teorías subjetivas, a menudo tomadas de fuentes ad­versarias, no;

— Iglesia abierta a la caridad ecuménica, al diá­logo responsable y al reconocimiento de los valores cristianos entre los hermanos separa­dos, sí; irenismo que renuncia a las verdades de la fe, no.

La Virgen María es la Madre de la Iglesia. Y, des­de el comienzo, los fieles perseverabant cum Ma­ria, Mater Iesu (hech 1, 14): perseverar en la Iglesia, fie­les a la Iglesia, bajo la mirada maternal de Santa María.