-
EL FIN DE LA UNION EUCARISTICA
Hijos adoptivos por Cristo Jesús
La Comunión y nuestra vocación sobrenatural.
En la vida de Santa Margarita María se encuentra un relato parecido: «El viernes de la octava del Corpus, refiere ella, después de la santa Comunión, mi Jesús me dijo estas palabras: «Hija mía, he venido a ti para substituir mi alma a la tuya, mi corazón y mi espíritu en lugar del tuyo, para que no vi vas ya sino de Mí y por Mí». Esta gracia tuvo tanto efecto, que, desde entonces, nada ha sido capaz de turbar lo más mínimo la paz de mi alma, y ya no siento capacidad en mi corazón sino para amar a mi Dios».
Tal es el fin de la Comunión: la fusión de los corazones y de las almas.
Es verdad que estos dos últimos relatos contienen hechos externos de orden milagroso. Pero, aparte de estos hechos exteriores, la Comunión tiende a producir en nosotros una transformación semejante. Intenta hacernos perder nuestra vida propia para substituirla por la vida de Cristo, y El mismo ha declarado esta intención: Como Yo vivo por mi Padre, así quien me come vivirá por Mí.
En suma, la Comunión tiene por fin hacer otros Cristos, otros hijos de Dios.
* * *
¡Oh poderosa y eterna Trinidad! ¡oh dulcísima e inefable caridad! ¿Quién no se inflamará en tanto amor? ¿Qué corazón podrá librarse de consumirse por Vos?
¡Oh abismo de caridad! ¡Estáis enamorado tan perdidamente de vuestras criaturas, que pa rece que no podéis vivir sin ellas! Y, sin embargo, ¡sois nuestro Dios! Ninguna necesidad teníais de nosotros. Nuestro bien nada añade a vuestra grandeza, porque sois inmutable. ¡Nuestro mal no podrá causaros ningún daño, a Vos, que sois la Bondad eterna y soberana!
¿Quién os fuerza a tanta misericordia? El amor. Porque no tenéis ninguna obligación ha cia nosotros, ni tenéis ninguna necesidad de nosotros.
¿Quién nos mueve a Vos, Dios infinito, hacia mí, pequeña criatura? Ningún otro sino Vos mis mo, ¡oh Fuego de amor! El Amor, siempre, sólo el Amor os ha movido y os mueve todavía a tener misericordia de vuestras criaturas, colmándolas de gracias infinitas y de dones sin medida.
¡Oh Bondad sobre toda bondad, sólo Vos sois el soberano bien! Nos habéis dado el Verbo, vuestro único Hijo, para que viviese con nosotros, en contacto con nuestro ser de corrupción y de tinieblas. ¿Cuál es la causa de este don? El Amor. Porque nos habéis amado antes de que existiésemos.
¡Oh Grandeza eterna! ¡oh Grandeza de bondad! Os habéis rebajado; os habéis hecho pequeña para hacer al hombre grande. A cualquier lado que me vuelva no encuentro más que abismo y fuego de vuestra caridad.
Santa Catalina de Siena