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17 agosto 2024

Santa Ana Catalina Emmerick. La vida oculta de la Virgen María.

MARÍA Y JOSÉ DE VIAJE A CASA DE ISABEL

Unos días después de la Anunciación del ángel a María, José volvió a Nazaret y estuvo arreglando todavía en su casa varias cosas de su oficio, pues antes nunca había vivido en Nazaret y apenas había pasado allí un par de días. José no sabía nada de la Encarnación de Dios en María, y ella, que era la Madre de Dios, pero también la esclava del Señor, guardaba humildemente su secreto.

Cuando la Santísima Virgen sintió que el Verbo se había encarnado en ella, tuvo grandes deseos de visitar enseguida a su prima Isabel en Juta, cerca de Hebrón, de quien el ángel la había dicho que estaba embarazada de seis meses.

Como se acercaba la época en que José quería ir a Jerusalén para la Pascua, María quería acompañarle para estar con Isabel en su embarazo, así que José emprendió viaje a Juta con la Santísima Virgen.

[Ana Catalina contó las siguientes escenas sueltas del viaje de María y de José a casa de Isabel, aunque hay que dar por supuestas muchas lagunas en su narración debidas a su enfermedad y a molestias de todo género. No contó la salida de Nazaret, pero en días sucesivos fue relatando los cuadros sueltos del viaje que se recogen aquí:]

Viajaban hacia el sur; María montaba de vez en cuando el burro cargado de bultos entre los que me parece que estaba el zurrón de José, de punto y a rayas, con un largo vestido marrón de María que tenía una especie de capucha. Este vestido se cerraba por delante con cintas y María se lo ponía para ir a la sinagoga o al Templo. Para el viaje, María vestía una túnica de lana parda y encima un vestido gris con faja, y un pañuelo color hueso en la cabeza.

Hicieron el largo camino bastante deprisa. Después que rebasaron por el Sur la llanura de Esdrelón, llegaron a casa de un amigo del padre de José situada en un altozano, en la ciudad de Dozán. Era un hombre pudiente originario de Belén; a su padre le llamaban hermano del padre de José sin que lo fuese, pero era también de la estirpe de David a través de uno que también fue rey, según creo, que se llamó Ela, Eldoa o Eldad, ya no sé exactamente. Esta localidad tiene muchos comercios¹.

Una vez los vi pernoctar en un cobertizo; luego al anochecer los vi en un bosque a unas doce horas de distancia de donde vivía Zacarías; se recogieron en una choza que era para viajeros de ramas entrelazadas cubierta de verdor y con hermosas flores blancas. Aquí en este país, junto a los caminos, hay muchas de estas enramadas abiertas, y casas de obra donde los viajeros pueden pasar la noche, refrescarse y preparar la comida que lleven. Muchos de estos albergues los inspecciona alguna familia que vive cerca y que suministra lo necesario por una pequeña gratificación.

[Aquí parece haber una laguna en la narración. La Santísima Virgen probablemente estuvo con José en la Pascua de Jerusalén, y desde allí fue a casa de Isabel, pues se ha mencionado más arriba el viaje de José a la Pascua, mientras que más abajo se dice que Zacarías volvió a casa de la Pascua el día anterior a la Visitación de María.]

No fueron directamente de Jerusalén a Juta, sino que dieron un rodeo por Oriente para ir más solitarios. Rodearon un pueblecito que está a dos horas de Emaús y luego pasaron por algunos caminos que Jesús frecuentó en sus años de predicación.

Luego tuvieron que pasar dos montes. Una vez vi que se sentaron a descansar entre los montes para comer pan y mezclar en el agua de beber unas gotas de bálsamo que habían recogido durante el viaje. Todo esto de por aquí era muy montañoso; los viajeros pasaron junto a rocas que eran más anchas por arriba que por abajo, y también se veían por allí grandes simas y toda clase de piedras extrañas. En cambio los valles eran muy fértiles.

Su camino los llevó después por bosques, brezales, prados y campos. Hacia el final del camino reparé especialmente en una planta con finas hojitas verdes que tiene racimos de nueve campanillas o copitas cerradas de color rosa pálido; tienen algo y tuve que hacer algo con ellas, pero se me ha olvidado².

MARÍA Y JOSÉ LLEGAN A CASA DE ISABEL Y ZACARÍAS

[Observación previa: Ana Catalina contó algunas de las visiones que siguen en julio de 1820, con ocasión de la fiesta de la Visitación de María, pero otras se presentaron a su alma al contemplar la conversación de Jesús con Eliud, un anciano esenio de Nazaret, que le acompañó al bautismo de Juan en septiembre del primer año de predicación. Eliud, que había gozado de la confianza de la Sagrada Familia, contó a Jesús muchas cosas de su primera infancia y de la historia de José y María.]

La casa de Zacarías se hallaba en una colina aislada; por los alrededores había grupos de casas y no lejos de allí bajaba de la montaña un torrente bastante caudaloso.

Me parece que ésta era la época en que Zacarías volvía a casa de la Pascua en Jerusalén. Vi que Isabel, impulsada por un poderoso anhelo, salió de casa un buen trecho por el camino de Jerusalén, y que Zacarías, que venía de regreso, se asustó mucho de que en su estado se alejara tanto por el camino a su encuentro. Ella le dijo lo conmovido que tenía el corazón, y que no hacía más que pensar que venía a verla su prima María de Nazaret. Zacarías trató de quitarla la idea escribiendo en su pizarrita, y la dio a entender lo inverosímil que era que una recién casada emprendiera tan largo viaje; luego volvieron juntos a casa.

No obstante, Isabel se resistía a abandonar sus esperanzas, pues había sabido en sueños que una de su familia se había convertido en madre del Mesías prometido. Había pensado que se trataba de María, suspiraba por ella y en espíritu la había visto que venía de camino a lo lejos. Había preparado en su casa, a la derecha de la entrada, una salita con asientos y allí estuvo sentada el día siguiente aguardando anhelante mucho tiempo y mirando a ver si llegaban; luego se levantó y salió un buen trecho a su encuentro.

Isabel era una mujer grandona, entrada en años, de carita fina, y que llevaba velada la cabeza; solo conocía a María de oídas.

Cuando María la vio de lejos la reconoció inmediatamente y se apresuró a ir a su encuentro adelantándose a San José, que se quedó rezagado. María estaba ya entre las casas vecinas, cuyos vecinos, conmovidos por su maravillosa belleza y sobrecogidos por la majestad sobrenatural de todo su ser, se retiraron tímidamente cuando la Virgen se encontró con Isabel.

Ambas se saludaron cariñosamente ofreciéndose las manos, y en ese momento vi resplandecer a la Santísima Virgen y como si un rayo de luz pasase de ella a Isabel, con lo que ésta se conmovió maravillosamente. Pero no se quedaron delante de la gente sino que, tomándose del brazo fueron a la casa a través del patio delantero. En la puerta de la casa Isabel volvió a dar a María la bienvenida y entraron.

José, que había entrado en el patio llevando al burro, se lo entregó a un criado y fue a ver a Zacarías a un pórtico abierto a un lado de la casa; saludó humildemente al viejo y venerable sacerdote, que le abrazó cordialmente y conversó con él escribiendo en la pizarrita, pues estaba mudo desde que se le apareció el ángel.