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«Ego constitutus sum rex» Jesucristo, Rey del Universo.
El reinado de la muerte
Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado, la muerte (Rom 5, 12). Et regnavit mors: reinó la muerte; es decir,
reinó la brutalidad de los que se enfurecían, de los que meditaban planes vanos, pensando ser como Dios;
reinó la insolencia de los que —asesorados por el demonio— se pusieron de acuerdo para contrariar los preceptos de Dios;
reinó el programa negativo de los que gritaban: «rompamos sus cadenas, destrocemos su yugo».
Reinó la muerte: y los hombres quedaron sometidos a su reinado.
Haec est, mors, victoria tua; hic est, mors, stimulus tuus (1Cor 15, 55): la victoria de la muerte, el aguijón de la muerte.
¡Regnavit mors!
Yo he sido constituido Rey
La escena, en el palacio de Poncio Pilato.
Jesucristo a un lado, y al otro Barrabás. En medio, el gobernador.
Fuera del pretorio —ut non contaminarentur: para no contaminarse—, (Jn 18, 28) la chusma, incitada por los príncipes y los Sumos Sacerdotes.
De pronto una pregunta:
¿A quién queréis que os deje libre: a Jesús, a quien llaman el Cristo, o a Barrabás? (Mt 27, 17).
Bramaron las gentes y los pueblos trazaron planes vanos contra el Señor y contra su Ungido. Y hubo un grito unánime: A Barrabás.
Otra pregunta de Pilato, contemporizador:
¿Y qué haré con Jesús, el Rey de los Judíos? (Mc 15, 12).
Se levantaron los reyes de la tierra, y los príncipes se pusieron de acuerdo. Y hubo otro grito unánime: ¡Crucifícalo!