Página inicio

-

Agenda

30 julio 2024

Ignacio Domínguez. El Salmo 2. Ed. Palabra, Madrid, 1977

«irrisio... subsannatio... ir»... furor»... El castigo divino

Risa y escarnio, ira y furor.

Este es el pago que Dios da a la malicia huma­na: Me reiré y me mofaré el día de vuestra perdi­ción, cuando caiga sobre vosotros el castigo (Prov 1, 26).

Al comentar este versículo es necesario tener en cuenta la aclaración que hacen los Santos Pa­dres: Dios, propiamente hablando, no se ríe, ni se enfurece, sino que semper cum tranquillitate, iudicat : juzga siempre con tranquilidad, ecuáni­me, sereno. Tal manera de hablar no es sino un antropomorfismo. Con ese lenguaje, plástico y colorista, el autor sagrado quiere manifestar que todos aquellos que se oponen al plan de Dios en Cristo y no quieren aceptar la salvación del Cru­cificado, se hacen dignos de irrisión eterna, de escarnio eterno, se transforman en hijos de la ira, y su espíritu queda conturbado por el furor y el odio.

La irrisión y el escarnio

Dios se ríe —irridebit— y se mofa —subsannabit—, porque:

los que habían presentado falsos testigos con­tra Cristo,

los que habían bramado una y otra vez: ¡Cru­cifícalo!, ¡Crucifícalo!,

los que pagaron a los soldados para que dijesen que su cuerpo había sido robado mientras ellos dormían,... ¡han quedado burlados!

Dios se ha reído de sus artimañas y de sus pla­nes vanos para acabar con Cristo.

Como dice San Hilario, perdiderunt tantum impietatis suae laborem: fueron absolutamente inútiles las maquinaciones de su impiedad.

Al igual que Icaro, se construyeron alas de ce­ra para subir, subir, subir... Se consideraban los dueños del universo porque quizá llegaron hasta la luna: «No hemos encontrado a Dios en nuestro recorrido —se dijeron—. No hay más Dios que nosotros».

Pero el que habita en los cielos, Sol iustitiae —Sol de Justicia—, les quemará las alas, se las derretirá, y su ruina será completa: caerán al mar, in stagnum ignis et sulphuris, al estanque de fuego y azufre (Apo 20, 10).

Deus non irridetur: de Dios nadie se burla.

El Evangelio nos pone de relieve una y otra vez la insolvencia de quienes voluntariamente se ce­rraban a la salvación y se hacían incapaces de per­cibir la cercanía de Dios.

— Jesús, ante el cadáver de la hija de Jairo, decía: La muchacha no está muerta, sino que vive. Et deridebant eum: los fariseos se bur­laban de El (Mt 9, 24);

— Jesús predicaba que no se puede servir a dos señores, que no se puede servir a Dios y al dinero. Et deridebant eum: los fariseos que estaban llenos de avaricia, se mofaban de El (Lc 16, 13);

— Jesús, en la Cruz, rezaba: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Et deridebant eum: los príncipes de los sacerdotes le escar­necían (Lc 23, 34).

Deridebant... Deridebant... Se burlaban de Jesús.

Deus autem non irridetur: de Dios nadie se bur­la impunemente.

Por eso, ay de vosotros, lo que ahora reís: por­que lloraréis (Lc 6, 25).

Es el infierno: ibi erit iletus et stridor dentium: llanto y rechinar de dientes: El que habita en los cielos —irridebit eos— se les reirá en la cara.