-
Sigue EL TRAJE DE BODA DE MARÍA
Cubiertas por las hombreras del escapulario, sus amplias mangas estaban ligeramente recogidas con abrazaderas a la mitad de los brazos y de los antebrazos. Estas ajorcas, de unos dos dedos de ancho, estaban decoradas con letras, tenían los bordes vueltos y recogían las anchas mangas abullonándolas alrededor de los hombros, codos y manos, donde las mangas terminaban en puños blancos rizados, creo que de seda o de lana.
Encima de todo esto llevaba un gran manto azul celeste como un pañolón. Además de esto, las judías solían llevar en determinadas ocasiones familiares o religiosas una especie de manto de luto, con mangas cosidas en la forma habitual. El velo o manto de María se cerraba al pecho bajo el cuello con un broche, por encima del cual rodeaba su garganta una gorguera rizada como de plumas o capullos de seda. Por detrás el manto caía por encima de los hombros, volvía por los lados adelante y luego volvía a caer por detrás la cola terminada en punta; tenía una orla de flores bordadas en oro.
Sus cabellos estaban adornados de un modo indescriptiblemente artístico, partidos con raya en medio y tejidos en un sinfín de rayitas sin trenzar que, entrecruzadas con seda blanca y perlas, formaban una gran red que caía sobre los hombros y cubría la espalda por debajo de la mitad del manto, con un tejido terminado en punta. Las puntas del pelo estaban vueltas hacia dentro, y todo el borde de esta red de cabellos estaba adornada con flecos y perlas que, al tirar hacia abajo con su peso, lo mantenía en orden.
En la cabeza llevaba directamente encima del pelo una guirnalda de lana o seda cruda que se cerraba por arriba con tres cintas de lo mismo que se reunían en un lazo sobre la que descansaba una corona tan ancha como la mano, guarnecida de joyas. Sobre ella con tres abrazaderas que se unían arriba en un botón. La corona estaba adornada delante de la frente con tres perlas una encima de la otra, y otra perla más a cada lado.
En la mano izquierda llevaba una guirnaldita de rosas blancas y rojas de seda, y en la derecha sostenía, como si fuera un cetro, una bonita lámpara sobredorada, sin pie, cuyo tronco se ensanchaba en el medio y tenía por encima y por debajo de la mano como unos botones. El cetro terminaba por arriba en un platillo en el que ardía una llama blanca.
La suela de los zapatos tenía unos dos dedos de gruesa, y estaban realzados con un suplemento delante y detrás. Las suelas eran de tela verde, como si el pie estuviera en el césped, y dos correas blancas y doradas las sujetaban al empeine del pie desnudo, cuyos dedos, como los de todas las mujeres bien vestidas, estaban cubiertos por una lengüeta de cuero unida a la suela.
Las vírgenes del Templo tejieron el artístico peinado de María; he visto que varias se ocuparon de ello y que iban más deprisa de lo que pudiera pensarse.
Ana había traído aquellos hermosos vestidos, pero María era tan humilde que no tenía muchas ganas de ponérselos. Después de la boda la deshicieron el trenzado de la cabeza, la quitaron la corona y la pusieron un velo largo y blanco como la leche que caía hasta medio brazo, y volvieron a ponerla la corona encima del velo.
—DESCRIPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
La Santísima Virgen tenía el cabello rojizo y muy abundante y las cejas negras, altas y finas; la frente muy alta; grandes ojos entornados con grandes pestañas negras; nariz recta, larga y fina; una boca muy noble y amable; la barbilla puntiaguda; estatura mediana, y sus andares con sus ricos atavíos eran suaves, graves y castos.
Después, durante la boda, se puso otro vestido a rayas, menos suntuoso, del que tengo un pedacito entre mis reliquias; este mismo traje a rayas es el que llevó en Caná y también en otras santas ocasiones. El traje de boda todavía lo llevó en el Templo alguna vez más; la gente muy rica solía cambiar de traje tres o cuatro veces durante la boda. Con estos magníficos trajes, María tenía un aspecto parecido al de mujeres de tiempos muy posteriores, como por ejemplo, la emperatriz Elena o incluso Cunegunda, aunque la forma habitual de vestir de las judías, tan cerrada, era muy distinta y se parecía más al de las romanas.
En el Monte Sión, por la parte del Cenáculo, vivían muchos tejedores que fabricaban toda clase de hermosas telas, como observé con ocasión de ver estos trajes.
—EL TRAJE DE JOSÉ
José llevaba un traje largo y amplio de color azul claro, cerrado desde arriba hasta el borde inferior con cintas y corchetes o botones. Sus amplias mangas también estaban sujetas con cintas a los lados y estaban vueltas para dentro para servir de bolsillos. En torno a la garganta llevaba un cuello marrón o más bien, una estola ancha, y sobre el pecho le colgaban dos tiras blancas como la estola que llevan nuestros sacerdotes al cuello, solo que mucho más larga.
He visto toda la boda de José y María, el banquete y toda la ceremonia, pero eran tantas cosas al mismo tiempo, y estoy tan enferma y tan molesta por tantas cosas, que no me atrevo a contar más por miedo a embarullar el relato.
EL ANILLO DE BODA DE MARÍA
[El 29 de julio de 1821, Ana Catalina contempló algunos lienzos sepulcrales de Nuestro Señor Jesucristo y las imágenes del Señor milagrosamente impresas en ellos. En ese momento, su contemplación la llevó a diversos lugares donde se guardan estas reliquias, unas solemnemente conservadas y otras olvidadas de los hombres y solamente veneradas por los ángeles y algunas almas piadosas. En uno de estos lugares creyó ver que se conserva el anillo de casada de la Santísima Virgen, del que dijo lo siguiente:]
Vi el anillo de boda de la Santísima Virgen, que no es de oro, plata ni de ningún otro metal; es de color oscuro e irisado. No es un aro delgado y estrecho, sino bastante grueso y tiene como un dedo de ancho. Lo vi liso, pero marcado como por un embaldosado de triangulitos regulares que dentro tenían letras. La superficie está lisa por el lado que queda por el lado interno de la mano. El anillo está marcado con algo. Vi que lo guardaban con muchos candados en una hermosa iglesia. La gente piadosa que quiere casarse hace que toquen con él sus alianzas.
[El 3 de agosto de 1821, Ana Catalina dijo:]
Estos últimos días he visto muchas cosas de la historia del anillo de boda de María, pero con tantos sufrimientos y molestias no soy capaz de contarlas de forma coherente. Hoy he visto fiesta en la iglesia de Italia donde se encuentra este anillo de boda. Me pareció que estaba colgado en una custodia encima del Tabernáculo. Había allí un altar soberbiamente adornado en el que, a través de mucha plata, se podía mirar profundamente por los intersticios. Vi que tocaban la custodia con muchos anillos.
Durante esta fiesta vi que María y a José se aparecieron con sus trajes de boda a ambos lados del anillo. Fue como si José pusiera el anillo en el dedo a la Santísima Virgen y entonces vi como si el anillo se moviese y resplandeciera¹.
ANTES DE LA ANUNCIACIÓN DE MARÍA
A derecha e izquierda de este altar vi otros dos altares, que probablemente no estaban en la misma iglesia, sino solo se me mostraban juntos en mi contemplación. En el altar de la derecha había una imagen del Ecce Homo que un piadoso patricio romano, amigo de San Pedro, había obtenido milagrosamente, y en el de la izquierda uno de los lienzos del sepulcro de Nuestro Señor.
Una vez terminada la boda, Ana regresó a Nazaret con sus familiares, y María también fue para allá en compañía de algunas condiscípulas que habían salido del Templo al mismo tiempo que ella. Salieron de la ciudad en comitiva solemne; no sé hasta dónde las escoltaron las jovencitas. La primera noche volvieron a pasarla en la escuela de levitas de Bezorón. María hizo a pie el viaje de regreso [a Nazaret].
Después de la boda, José fue a Belén a arreglar allí algunos asuntos familiares, y solo después fue a Nazaret.