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2 julio 2024

Ignacio Domínguez. El Salmo 2. Ed. Palabra, Madrid, 1977

«ADVERSUS DOMINUM ET ADVERSUS CHRISTUM EIUS» ¡contra Dios!

Festividad de San Francisco de Asís, año 1903.

Pío X saca a luz una encíclica, —E supremi Apostolatus— haciendo frente a la marea de modernismo que intenta ahogar todo el orden sobrenatural. Pero su encíclica tiene hoy impre­sionante actualidad. No en vano se dice que esta­mos viviendo un verdadero neomodernismo. Pablo VI, Enc. Ecclesiam suam: «El fenómeno modernista todavía aflora en diversas tentativas de expresiones heterogéneas y extrañas a la auténtica realidad de la religión católica.» Mons. ¡Rudolf Graber, Obispo de Ratisbona, comentaba: «S. S. Pablo VI ha usado el término "modernismo" en su encíclica Ecclesiam suam, y no de paso, sino para calificar to­dos los fenómenos internos dudosos que surgen en la Iglesia.» De estos fenómenos, el mismo Papa nos ha hablado en más de una ocasión: «Hoy, desgraciada­mente, se asiste a un relajamiento en la observancia de los preceptos que la Iglesia hasta ahora ha pro- propuesto para la santificación y para la dignidad mo­ral de sus hijos. Un espíritu de crítica y hasta de in­docilidad y rebeldía pone en duda normas sacrosantas de la vida cristiana, del comportamiento cristiano, de la vida religiosa. Se habla de "liberación", se hace del hombre centro de todo culto, se contemporiza con criterios naturalistas, se priva a la conciencia de la luz de los preceptos morales, se altera la noción de pecado, se impugna la obediencia y se le disputa su función constituyente del orden de la comunidad eclesial, se aceptan formas y gustos de acción, de pensamiento, de diversión, que hacen del cristiano no ya el fuerte y austero discípulo de Jesucristo sino el gregario de la mentalidad y de la moda corriente, el amigo del mundo, que en vez de ser llamado a la concepción cristiana de la vida, tiende a someter al cristiano a la fascinación y al goce de su exigente v voluble pensamiento.» Discurso, 7 julio 1965.

Y, ayer como hoy, los objetivos de la soberbia hu­mana pueden ser reducidos a estos dos: borrar la idea de Dios en el mundo; ocupar el lugar de Dios.

«Recede a nobis»: apártate de nosotros

«Vere in Auctorem suum fremuerunt gentes et populi meditad sunt inania adversas Dominum et adversas Christum eius»: verdaderamente las gen­tes se han enfurecido y las naciones traman planes vanos contra su Autor. Parece que, de todas par­tes, se alza el grito de quienes atacan a Dios: recede a nobis: apártate de nosotros; no queremos saber de tus caminos (Job 21, 14).

Por eso, en gran parte de la humanidad se ha ex­tinguido el temor de Dios eterno y no se tiene en cuenta —ni en público ni en privado— la ley de su poder supremo en lo que toca a la moral; más aún, se lucha con denodado esfuerzo, y con todo tipo de maquinaciones, para arrancar de raíz inclu­so la misma noción de Dios.

«Nolumus hunc regnare»: no queremos que Cristo reine:

sigue Pío X: «La consideración de estas cosas llevará a algunos a pensar que, efectivamente, ya habita en este mundo aquel a quien el Apóstol lla­ma "el hijo de la perdición" (4)».

es que se cuartea por doquier la piedad, los documentos de la fe revelada son impugnados, se pretende directa y obstinadamente destruir cual­quier relación que medie entre Dios y el hombre. Por el contrario, el hombre, consagrando a sí mis­mo el mundo visible como si fuese templo suyo, se ha sentado en él como un dios: para que todos le rindan adoración.

Se están cumpliendo a la letra las palabras de San Pablo: «el hijo de la perdición... se sentará en el templo de Dios, mostrándose como si fuese Dios: Ostendens se tamquam sit Deus».

Para estos hombres, Dios no es el Padre, lleno de bondad, que tanto amó al mundo hasta darle a su Hijo Unigénito (6); no es el Señor miseri­cordioso que perdona nuestras deudas y nos libra del mal (7).