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EL FIN DE LA UNION EUCARISTICA
Hijos adoptivos por Cristo Jesús
Nuestra vocación sobrenatural y la Trinidad
Bendito sea Dios, el Padre de Nuestro Se ñor Jesucristo, que nos escogió por El mismo antes de la creación del mundo para ser san tos y sin mácula por la caridad.
Así, pues, desde toda la eternidad se ha ocupado Dios de nosotros. El Padre ha tenido un pensamiento sobre nosotros, pensamiento que es al mismo tiempo una voluntad. Ha dicho sobre cada uno de nosotros una palabra, una palabra que nos crea, que nos expresa, que contiene nuestra vida temporal y eterna, y dice lo que debemos ser, el lugar que debemos ocupar, la perfección que debemos realizar, la gloria que debemos alcanzar. Esta palabra la ha pronunciado el Padre celestial cuando, queriendo traducir su pensamiento soberano sobre nosotros, ha fijado nuestra vocación sobrenatural. Regla suprema y divina teoría de nuestra existencia, indica en qué medida entraremos en el plan divino de la creación.
Fuera de este pensamiento, el Padre no quiere conocernos con un conocimiento de amor. No se ocupa de nosotros, para derramar en nosotros su gracia y dársenos a Sí mismo, sino en cuanto nos movemos en la luz de su pensamiento imperativo, y que, al realizarle, entramos en el orden divino de las realidades eternas.
Nuestro deber fundamental se reduce, por lo tanto, a esto: cumplir la voluntad del Padre celestial, vivir según la palabra que ha dicho sobre nosotros. De antemano, aceptar todo lo que esta palabra contiene, alegrías o dolores; después, someterse amorosamente a todas sus exigencias a medida que se manifiesten en nuestra vida cotidiana.
Pero, ¿qué es este misterioso pensamiento? ¿Qué dice esta palabra?
San Pablo responde: A los que El tiene previstos, también los predestinó para que se hiciesen conformes a la imagen de su Hijo.
La voluntad de Dios es que entremos en el misterio de Cristo; la palabra que pronuncia sobre nosotros expresa la medida y la manera según las cuales reproduciremos a Jesús para la gloria de nuestro Padre de los cielos: En su amor nos ha predestinado a ser hijos suyos adoptivos por Jesucristo, a fin de que se celebre la gloria de su gracia.
Tal es nuestra vocación sobrenatural: conformarnos con Jesucristo, vivir como Jesús, hacernos Jesús.
El Verbo encarnado es el ideal único y universal que deben reproducir y manifestar todos los predestinados del Amor: seculares, sacerdotes o religiosos, vírgenes o casados, para todos no hay más que un ejemplar que están obligados a imitar, bajo pena de excluirse del reino de la gracia: Cristo Jesús. La medida de su perfección y de su fecundidad sobrenatural será exactísimamente la medida de su adhesión a Jesús y de su semejanza con El: porque no hay salvación en ningún otro.
¿En qué medida debo reproducirle en mí? No lo sé. Es el misteriosísimo secreto de la predestinación eterna. Pero ciertamente debo reproducirle. Sin cesar debo mirar a Jesús, imitar a Jesús, hacerme Jesús.