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—LA SELECCIÓN DEL ESPOSO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Vi que unos sacerdotes llevaron ante el Santísimo en una silla a sacerdote muy anciano que ya no podía andar, seguramente el Sumo Sacerdote, y mientras ellos encendían el incienso, él rezó algo leyendo de un rollo que tenía ante sí en un atril. Arrobado en espíritu, tuvo una aparición que le puso el índice en el rollo sobre el pasaje de Isaías que dice: «Brotará una rama de la raíz de Jesé y una flor se alzará de su raíz» (Is 11, 1). Cuando el viejo sacerdote volvió en sí, leyó este pasaje y por él llegó a entender algo.
Acto seguido enviaron mensajeros a todas partes del país a convocar a todos los solteros de la estirpe de David, y cuando estuvieron reunidos en el Templo muchos de estos solteros en traje de fiesta, les fue presentada la Santísima Virgen. Vi entre ellos a un joven muy piadoso de la comarca de Belén que también había rezado siempre con gran fervor por el cumplimiento de la Promesa, y distinguí en su corazón el cálido deseo de convertirse en el esposo de María. Por su parte María volvió a su celda, derramó santas lágrimas y procuró ni pensar en que dejaría de ser virgen.
Entonces vi que el Sumo Sacerdote recibió una inspiración interior y entregó una rama a cada uno de los hombres presentes, les ordenó que la marcaran con su nombre y que la tuvieran en la mano durante la oración y la ofrenda. Cuando ya estuvo hecho todo reunieron las ramas y las pusieron en un altar delante del Santísimo. Se les anunció que aquel cuya rama hubiese florecido sería el designado por el Señor para desposarse con la Virgen María de Nazaret.
La oración y la ofrenda prosiguieron mientras ponían las ramas en el altar, y vi que aquel joven cuyo nombre ya me vendrá a la memoria, clamaba fervientemente mientras tanto con los brazos en cruz en una sala del Templo. Al expirar el plazo fijado, se deshizo en lágrimas cuando les devolvieron sus ramas a todos y les anunciaron que ninguna de ellas había florecido y que por consiguiente ninguno de ellos estaba destinado por Dios para esposo de esta virgen9.
Entonces los despidieron para que volvieran a sus casas, pero aquel joven se fue al Monte Carmelo, donde los Hijos de los Profetas vivían como ermitaños desde los tiempos de Elías, y donde vivió rezando constantemente desde entonces por el cumplimiento de la Promesa10.
Vi que a continuación los sacerdotes rebuscaron de nuevo los registros genealógicos por si quedara algún descendiente de David que se les hubiera pasado, y entonces encontraron el registro de seis hermanos de Belén, de los cuales uno era desconocido y no se sabía dónde estaba. Al investigar dónde vivía José, lo descubrieron no lejos de Samaria, en un lugar que está junto a un riachuelo pequeño, donde vivía solitario junto al agua y trabajaba para otro maestro carpintero.
Por orden del Sumo Sacerdote, José vino al Templo de Jerusalén con sus mejores galas. Tuvo que tener también una rama en la mano durante la oración y la ofrenda, y cuando quiso retirarla del altar delante del Santísimo, a la rama le brotó arriba una flor blanca como un lirio, mientras una aparición luminosa como el Espíritu Santo venía sobre José.
Entonces los sacerdotes reconocieron en José el esposo que Dios destinaba a la Santísima Virgen, y se lo presentaron a María en presencia de su madre. Resignada a la voluntad de Dios, María lo aceptó humildemente por esposo, pues sabía que para Dios, que había aceptado su voto de pertenecerle en cuerpo y alma solamente a Él, todo era posible.
LA BODA Y LOS TRAJES DE NOVIOS DE MARÍA Y JOSÉ
[INTRODUCCIÓN: EN sus visiones consecutivas de la predicación cotidiana de Nuestro Señor, el lunes 24 de septiembre de 1821 Ana Catalina lo vio predicar cuatro días antes de su bautismo en la sinagoga de Gofna, donde se hospedó con la familia del presidente de la sinagoga, que estaba emparentado con Joaquín. En esta ocasión oyó a dos viudas, hijas de este hombre, recordarse mutuamente la boda de los padres de Jesús, a la que habían asistido en su juventud en compañía de otros parientes; y de ello contó lo siguiente:]
EL TRAJE DE BODA DE MARÍA
Mientras las dos viudas rememoraban en su conversación los esponsales de María y José, tuve un cuadro de esta boda y en particular del precioso traje de novia de la Santísima Virgen, del que aquellas buenas mujeres contaban y no paraban. Voy a contar lo que todavía recuerdo:
Las bodas de María y José duraron siete u ocho días y se celebraron en Jerusalén, en una casa del Monte Sión que se alquilaba con frecuencia para festejos de este tipo. Estaban, además de las maestras de María y de las condiscípulas de la escuela del Templo, muchos parientes de Ana y de Joaquín, y entre ellos una familia de Gofna con dos hijas.
La boda fue muy rica y solemne. Se sacrificaron y ofrendaron muchos corderos, pero por encima de todo, el traje de boda de la Santísima Virgen fue tan extraordinariamente bello y solemne que las mujeres que estuvieron en la boda, todavía disfrutaban en su vejez hablando de él. Contemplé una de estas charlas y escuché lo que sigue:
Vi con toda claridad a María en traje de boda. Llevaba ropa interior sin mangas, una túnica color lana, y los brazos envueltos con las vendas de la camisa blanca de lana, ya que las camisas de entonces tenían esas vendas en lugar de mangas cerradas.
Luego llevaba hasta encima del pecho un cuello bordado con joyas blancas, perlas y así, de la misma forma del cuello interior que hace poco conté que llevaba el esenio Argos.
Encima llevaba un caftán muy amplio y de anchas mangas, abierto por delante, que se iba ensanchando de arriba abajo como un manto. El fondo del traje era azul y estaba bordado o pespunteado con grandes rosas blancas, rojas y amarillas y hojas verdes entre ellas, como las casullas ricas de otros tiempos. El borde inferior terminaba en borlas y flecos y su borde superior se juntaba con el cuello blanco.
La hicieron unos pliegues verticales y la pusieron encima del traje blanco [sic] una especie de escapulario como el que llevan algunas órdenes como por ejemplo los carmelitas. Era una pieza de seda blanca con flores de oro, que tenía a la altura del pecho un adorno de perlas y piedras brillantes como de medio codo de ancho, y colgaba como una franja continua hasta el borde inferior del traje para cubrir su abertura delantera. Por debajo, el traje terminaba en flecos y botones.
Por la espalda le colgaba una pieza parecida, y por los hombros y brazos, otras más cortas y estrechas; extendidas las cuatro tiras formaban una cruz en torno a la abertura del cuello. A ambos costados del tronco el escapulario estaba recogido bajo los brazos con unas cadenitas o cordones de oro que unían las piezas delantera y trasera. Con ello, la parte superior del caftán quedaba recogida y la pechera se ceñía al busto de modo que la tela floreada del traje se ahuecaba un poco a ambos lados, entre los cordones.