-
San Alfonso María de Ligorio
Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima.
VISITA XIV.
Este es mi descanso para siempre. Aquí tendré mi habitación, pues la escogí (Ps 131, 14). ¡Amabilísimo Señor! Si Vos escogisteis vuestra habitación entre nosotros, queriéndoos quedar sobre nuestros altares en el Santísimo Sacramento y el amor que nos tenéis os hace hallar aquí vuestro reposo, razón es también que nuestros corazones habiten siempre con Vos por amor y que aquí hallen todas sus delicias y contentos. ¡ Oh dichosas vosotras, almas amantes, que no halláis en el mundo otro descanso que el de estaros vecinas a vuestro Jesús Sacramentado! Y dichoso sería yo también, mi Señor, si no hallase de hoy en adelante otro contento que el de estar siempre unido a vuestro amante corazón y siempre cuidando de serviros, obsequiaros y agradaros.
¡Ay mi dulce Señor!, ¿por qué perdí tantos años en que no os amé? Años infelices y desgraciados, yo os detesto. ¡Oh paciencia infinita de mi Dios!, yo te alabo y te adoro, pues que tantos años me has sufrido así ingrato y malo como era; Vos, Jesús mío, me habéis esperado. Y ¿por qué. Señor? Para que vencido un día de vuestras misericordias y de vuestro amor me rindiera todo a vuestro querer. Pues ya no quiero resistir más, no quiero seros más ingrato. Razón es que os consagre este tiempo (sea poco o mucho) que me queda de vida. Espero, Jesús mío, que me ayudaréis para ser todo vuestro. Vos me habéis favorecido cuando huía de Vos y despreciaba vuestro amor. ¿Me dejaréis, por ventura, ahora, ahora que os busco y que deseo sinceramente amaros? No me lo persuado de vuestra infinita misericordia. Dadme, pues, la gracia de amaros, oh Dios digno de infinito amor. Os amo con todo mi corazón. Os amo sobre todas las cosas. Os amo más que a mí mismo y más que a mi propia vida. Mucho me pesa de haberos ofendido, bondad infinita; perdonadme, y junto con el perdón concededme la gracia de que os ame eficazmente hasta la muerte en esta vida y por toda la eternidad en la otra. Haced ver que con vuestro poder, oh Dios omnipotente, este prodigio en el mundo que una alma tan ingrata como la mía se transforme en una de las más fervorosas amantes vuestras. Hacedlo así por vuestros infinitos merecimientos. Yo así lo deseo y propongo de hacerlo así en toda mi vida. Vos, que me inspiráis el deseo, dadme las fuerzas para cumplirlo.
La comunión espiritual, etc.
A María Santísima
Nosotros os rogamos, oh Santísima Virgen, que por aquella gracia que Dios os comunicó de haceros tan poderosa en el cielo y en la tierra os compadezcáis de nosotros; daos prisa, oh misericordiosísima Señora, a procurarnos aquel bien por el cual Dios quiso hacerse hombre en vuestro castísimo seno: no despreciéis nuestros ruegos. Si Vos lo pedís a vuestro Hijo, El luego os despachará. Basta que Vos queráis eficazmente que nosotros nos salvemos para que por los merecimientos de nuestro Redentor hagamos obras dignas de nuestra salvación. Ahora, Señora, ¿quién podrá poner límites a las entrañas de vuestra misericordia? Si no tenéis compasión de nosotros. Vos, que sois la Madre de misericordia, ¿qué será de nosotros cuando vuestro Hijo venga a juzgarnos?
VISITA XV
Decía el venerable padre don Francisco Olimpio (Teatino) no haber cosa en la tierra que más vivamente encienda el fuego del divino amor en los corazones de los hombres que el Santísimo Sacramento del Altar. Por eso el Señor se mostró a Santa Catalina de Sena como una hoguera de amor, de la cual salían torrentes de divinas llamas que se esparcían por toda la tierra, quedando la santa pasmada, y considerando cómo era posible que los hombres pudiesen vivir en medio de este divino incendio sin abrasarse de amor. ¡Ay Jesús mío! Haced que yo arda en vuestro amor. Haced que no piense, no suspire, no desee, no busque otro bien fuera de Vos. Dichoso sería si me dejase poseer eternamente de este divino fuego. Mil veces dichoso si al mismo paso que se van consumiendo mis años se fuesen también destruyendo en mí todos los afectos terrenos. ¡Oh Jesús mío!, pues os veo todo sacrificado, todo anonadado por mi amor en ese altar; razón es que así como Vos os sacrificáis haciéndoos víctima de amor por mí, también me consagre yo todo a Vos. Sí, mi Dios y mi supremo Señor, os sacrifico en el día de hoy toda mi alma y toda mi voluntad, toda mi vida y todo lo que soy y puedo. Deseo unir este mi pobre sacrificio con el sacrificio de infinito valor que os hizo de sí mismo, oh eterno Padre, Jesucristo, vuestro Hijo y mi Salvador sobre la Cruz, y que os hace todos los días tantas veces sobre los altares: aceptadlo, pues. Señor, por los merecimientos de mi divino Redentor, y dadme gracia de repetir este sacrificio todos los días de mi vida y de morir sacrificándome a vuestro amor y a vuestro obsequio; deseo la gracia concedida a tantos mártires de morir por vuestro amor. Mas si no me halláis digno de tanto favor, al menos concededme que os sacrifique con entera voluntad mi propia vida, abrazando con una perfecta resignación aquella muerte que me quisiera enviar vuestra providencia. Señor, habéis de hacerme esta gracia: quiero morir con la voluntad de honraros y daros gusto, y desde ahora os sacrifico mi vida y os ofrezco mi muerte, cualquiera que sea.
La comunión espiritual, etc.
A María Santísima
Socorrednos, oh misericordiosísima Señora, sin deteneros por la multitud de nuestros pecados: acordaos que nuestro Creador tomó carne humana de vuestro casto seno, no para condenar a los pecadores, sino para salvarlos. Si no hubieseis sido hecha Madre de Dios sino para vuestra honra y gloria, se podría decir tal vez que os interesaba menos el que nosotros nos salvásemos o perdiésemos. Mas Dios se vistió de vuestra carne por vuestra salvación y por la salvación de todos los hombres, ¿de qué nos serviría que fueseis tan poderosa y tan gloriosa si no nos hicierais participantes de vuestra felicidad? Ayudadnos y protegednos. Vos sabéis bien la necesidad que tenemos de vuestra asistencia. A Vos nos recomendamos. Haced que no nos condenemos, sino que sirvamos y amemos eternamente a vuestro Hijo Jesucristo.