Página inicio

-

Agenda

13 junio 2024

La Eucaristía

San Alfonso María de Ligorio

Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima.

VISITA XII
.

Quien ama a Jesús está con Jesús y Jesús está con él. San Felipe Neri, comulgando por Viático, luego que vio entrar al Santísimo Sacramento, exclamó: «He aquí el amor mío, he aquí el amor mío.» Diga, pues, cualquiera de nosotros en la presencia de Jesús Sacramentado: he aquí el amor mío, he aquí el objeto de todos mis pensamientos y de todos mis cuidados. ¡Ah mi Señor y mi Dios! Vos dijisteis en vuestro Evangelio que quien os ama será amado de Vos, y que vendréis a habitar en él, pues yo os amo más que a todos los bienes, amadme Vos, Señor, ahora, porque estimo más ser amado de Vos que de todos los reyes del mundo. Venid, Señor, y estableced vuestra habitación en la pobre casa de mi alma, de tal suerte que nunca os separéis de mí, o, por decirlo mejor, que yo nunca me separe de Vos. Vos, Señor, no os ausentáis de vuestra criatura si ella no os echa de sí por el pecado. Y como tantas veces os he echado fuera de mi alma en el tiempo pasado, temo que me suceda esta desgracia en lo venidero. ¡Ah!, no permitáis que suceda en el mundo esta enorme maldad y esta horrenda ingratitud, que después de haber recibido tantos favores y misericordias de vuestra bondad, venga a echaros otra vez fuera de mi alma. Mas ¡ay que esto puede suceder! Por eso. Señor mío, deseo antes la muerte, si es de vuestro agrado, para que, muriendo unido con Vos, con Vos unido viva eternamente. Sí, Jesús mío, así lo espero; yo os abrazo y me quiero unir a vuestro santísimo corazón. Haced que siempre os ame y siempre sea amado de Vos. ¡Ah, mi amabilísimo Redentor! yo siempre os amaré y Vos siempre me amaréis. Espero que siempre nos amaremos, oh Dios de mi alma, por toda la eternidad.

La comunión espiritual, etc.

A María Santísima

Oh mi soberana Señora y Madre de mi Señor: yo me postro y me humillo en vuestra presencia. Os ruego me alcancéis el perdón de mis pecados y que sea purificado de todas las culpas que he cometido en toda mi vida. Os pido la gracia de unirme con un puro afecto a Dios y a Vos, de servir a vuestro Hijo como a Dios, y a Vos como a su querida Madre, a vuestro Hijo como a mi Redentor y a Vos como a medio de mi redención, porque si él pagó el precio de mi rescate, lo pago con la carne que de Vos recibió.

VISITA XIII

Ahí tendré puestos mis ojos y mi corazón todos los días (1 Reg 9, 3). Oye, alma deseosa de tu bien, esta bella promesa que te hace Jesús en el Sacramento del Altar, donde se ha querido quedar con nosotros de día y de noche. ¡Ay, Señor mío!, ¿no bastaba que os quedaseis en ese Sacramento de día, en que podíais tener adoradores de vuestra presencia que os hiciesen compañía, sino que quisisteis quedaros también de noche, en que los hombres salen de las iglesias y se retiran a sus casas, dejándoos solo? Pero ya os entiendo: el amor que nos tenéis no consintió que nos dejaseis un solo instante. ¡Ah mi amabilísimo Salvador! Sólo esta fineza de vuestro amor debería obligar a todos los hombres a asistir siempre en los sagrados templos hasta que les compeliesen a retirarse y ausentándose de ellos debieran todos dejar allí sus corazones y sus afectos, tan justamente merecidos de un Dios humanado que queda colocado en el tabernáculo, siempre pronto para ver y remediar nuestras necesidades, esperando, para decirlo así, que las almas, sus amantes, le vayan a visitar.

Sí, mi Jesús, os quiero ya contentar. Ahora mismo os consagro toda mi voluntad y todos mis afectos. ¡Oh majestad infinita de un Dios! Vos os quisisteis quedar en este divino Sacramento, no sólo para favorecernos con vuestra presencia, sino principalmente para comunicaros a las almas vuestras escogidas. Mas ¡ay, Señor!, ¿quién se atreverá a acercarse a vuestra mesa y alimentarse de vuestra carne? Pero ¿quién, por el contrario, podrá alejarse de este divino convite? Vos a este fin os escondéis debajo de las especies sacramentales para entrar dentro de nosotros y para poseer nuestros corazones; Vos deseáis que os recibamos y gustáis de estar unido con nosotros. Venid, pues, Jesús mío; venid, que deseo mucho recibiros dentro de mí, para que seáis Dios de mi corazón y de mi voluntad. Cuanto es de mi parte, mi amado Redentor, cedan a vuestro amor satisfacciones, contentos, voluntad propia y todo lo que es mío. ¡Oh amor de mi alma! ¡Oh Dios de amor!, reinad, triunfad completamente de mí; destruid y sacrificad en mí todo lo que no es vuestro. No permitáis, amor mío, que mi alma llena de la majestad de un Dios, después de haberos recibido en la sagrada comunión, se deje en adelante prender del amor de las criaturas. Os amo, Dios mío, os amo y siempre quiero amaros.

La comunión espiritual, etc.

A María Santísima

¡Oh dulce María! Bien sé que vos sois la criatura más noble, más sublime, más pura, más bella, más benigna, más santa, más amable de todas las criaturas. ¡Oh si todos os conociesen y amasen como merecéis! Bien quisiera yo amaros; mas conozco que no os amo como debo. Haced, Señora mía, que de hoy en adelante os ame con un amor verdadero, eficaz y perseverante. Si de veras os sé amar, me salvaré, porque esta es una señal de predestinación y una gracia que Dios no concede sino a aquellos que ha elegido para el cielo. Rogad por mí, oh Señora; rogad hasta que me vea en el cielo, seguro de no perder jamás la gracia de mi Señor y de amarle por toda la eternidad.