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San Alfonso María de Ligorio
Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima.
VISITA X.
¡Oh locos del mundo!, dice San Agustín, ¿dónde vais para contener vuestro corazón? Venid a Jesús, pues El sólo puede daros aquel contento que buscáis. ¡Alma mía, no seas también ahora del número de estos locos; busca sólo a Dios, busca un bien en el cual están todos los bienes!, dice el mismo San Agustín. Y si lo queréis hallar presto, aquí está cerca de ti, di lo que quieres, pues está en el Sagrario para consolarte, para oírte y para despacharte. Decía Santa Teresa, que no todos pueden hallar al rey de la tierra, y que lo más que pueden algunos conseguir, es valerse para esto de alguna tercera persona; mas para hablar con Vos, oh Rey de la gloria, no es preciso buscar terceras personas, porque siempre estáis pronto en este Sacramento para oírnos; el rey de la tierra da audiencia pocas veces en el año, mas Vos, en ese Sacramento, a todos nos dais audiencia, de día y de noche, siempre que queremos. ¡Oh Sacramento de amor!, en el cual os dais a nosotros por la santa comunión y estáis siempre sobre nuestros altares para oír nuestras súplicas, atraed con los dulces atractivos de vuestro amor aquellos corazones que, enamorados de vuestra infinita bondad, no tienen otros deseos que de agradaros; atraed también. Señor, mi miserable corazón, que desea ahora amaros y vivir esclavo de vuestro amor; de hoy en adelante renuncio todos mis intereses, esperanzas y afectos, mi alma y cuerpo en las manos de vuestra infinita bondad; disponed. Señor, de mí lo que fuese de vuestro agrado; no quiero más quejarme, amor mío, de vuestras sanas disposiciones; sé que todas salen de vuestro amoroso corazón para mi bien; lo que Vos quisiereis es lo que yo quiero en tiempo y por toda la eternidad. Haced lo que os agrade en mí y de mí, todo me uno a vuestra voluntad, porque sé que ella es toda buena, toda santa, toda hermosa, toda perfecta, toda amable. ; Oh voluntad de mi Dios, cuánto me sois agradable! Quiero siempre vivir y morir unido y abrazado con Vos, vuestro gusto es mi gusto, vuestros deseos quiero que sean los míos. ¡Dios mío. Dios mío!, ayudadme, haced que de hoy en adelante viva sólo para Vos, sólo para amar a vuestra infinita bondad. Muera yo por vuestro amor, ya que Vos moristeis por mí. Yo detesto aquellos días en que hice mi voluntad contra vuestro gusto; os amo, oh voluntad divina, cuanto amo a Dios, porque Vos sois el mismo Dios; os amo con todo mi corazón y a Vos me entrego todo.
La comunión espiritual, etcétera.
A María Santísima
Adóroos, oh llena de gracia, el Señor es con Vos; adóroos, oh instrumento de nuestra alegría, por el cual en vuestro Hijo la sentencia de nuestra condenación se rasgó y mudó en juicio de bendición. Adóroos, oh templo de la gloria de Dios, casa sagrada del Rey del cielo. Vos sois en Jesucristo la reconciliación de Dios con los hombres. Adóroos, oh Madre de nuestra alegría, a la verdad Vos sois bendita porque sólo Vos, entre todas las mujeres, fuisteis digna de ser Madre de nuestro Creador, todas las naciones os llaman bienaventurada, ¡ oh María! si pongo mi confianza en Vos alcanzaré los medios de mi salvación. Si estuviere debajo de vuestra protección nada temeré, porque ser vuestro devoto verdadero es un escudo impenetrable a los asaltos de mis enemigos.
VISITA XI
Procuremos no apartarnos, decía Santa Teresa, ni perder de vista a nuestro amado pastor Jesús, porque así como aquellas ovejas que están más cerca de su pastor son siempre las más regaladas y amadas, así nosotros recibiremos grandes favores, siempre que nos acercáremos a Jesús en el Santísimo Sacramento. ¡Ah mi Redentor sacramentado! Aquí estoy cerca de Vos, no quiero otro regalo que el fervor y la perseverancia en vuestro amor.
Yo te alabo y te doy gracias, ¡oh santa fe! Tú me haces saber y me afirmas que en el divino Sacramento del Altar, en aquel pan celestial no hay pan, sino que allí está todo mi Señor Jesucristo, y que está allí por mi amor. Señor mío, y todo mi bien; yo creo que estáis presente en el Santísimo Sacramento, y aunque desconocido a los ojos de la carne, os reconozco con la luz de la santa fe en la hostia consagrada por monarca del cielo y de la tierra y por salvador del mundo. ¡Ah mi dulcísimo Jesús! Así como sois mi esperanza, mi salvación, mi fortaleza y mi consolación, así quiero que seáis también ahora todo mi amor y el único objeto de todos mis pensamientos, deseos y afectos. Me alegro aún más de aquella suma felicidad de que gozáis y gozaréis eternamente, que de todo el bien que puedo tener así en este como en el otro mundo. Mi mayor contento, oh mi amado Redentor, es saber que vuestra felicidad es infinita. Reinad, Señor; reinad sobre mi alma y os la entrego toda; poseedla para siempre. Mi voluntad, mis sentidos, mis potencias son todas siervas de vuestro amor y no quiero que en este mundo se empleen en otra cosa que en daros gusto y gloria. Esta fue vuestra vida en la tierra, oh primera amante y Madre de Jesús, María Santísima. Ayudadme, pues, para que de hoy en adelante viva sólo para mi Dios.
La comunión espiritual, etc.
A María Santísima
Oh Madre de misericordia, aplacad a vuestro Hijo. Si a Vos, que estáis en lo más alto del cielo, todo el mundo reconoce como propiciatorio común de todas las gentes, nosotros os rogamos, oh Virgen Santísima, nos concedáis el socorro de vuestras súplicas delante de Dios, súplicas que son más estimables y más preciosas que todos los tesoros de la tierra; súplicas que obligan a Dios a perdonarnos nuestros pecados y nos alcanzan una grande abundancia de gracias, súplicas que ahuyentan nuestros enemigos, confunden sus designios y triunfan de sus ardides y esfuerzos.