-
San Alfonso María de Ligorio
Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima.
VISITA VIII.
A cualquier alma que visita a Jesús en el Santísimo Sacramento le dice este Señor las palabras que dijo a la sagrada esposa: Levántate y date prisa, querida mía, hermosa mía y ven (Cant 2, 10). Alma que me visitas, levántate de tus miserias, pues estoy aquí para enriquecerte de gracias. Date prisa, llega a mí, no temas mi majestad, porque está humillada en este Sacramento, para apartar de ti el miedo y darte toda confianza, amiga mía; no eres ya mi enemiga, sino mi amigo, y pues tú me amas, yo también te amo, hermosa mía, mi gracia te ha hecho bolla. Ven acá, abrázate conmigo, pídeme lo que quisieres con mucha confianza.
Decía Santa Teresa que este gran Rey de la gloria está revestido de las especies de pan en el Sacramento, ocultando su majestad para animamos a llegar con más confianza a su divino corazón.
Lleguémonos, pues, a Jesús con grande confianza y afecto; unámonos con él, y pidámosle muchas gracias. ¡Oh Verbo eterno hecho hombre y sacramentado por mi amor! ¿Cuál debe ser ahora mi consuelo, sabiendo que estoy delante de Vos, que sois mi Dios, que sois una majestad y bondad infinita, que tanto amor tenéis a mi alma? Almas que amáis a Dios, en cualquiera parte que os halléis, sea en el cielo o en la tierra, amadle mucho ahora por mí. Madre y Señora mía María Santísima, ayudadme a amarle. Y Vos, amantísimo Señor, haceos el objeto de todo mi amor, tomad posesión de toda mi voluntad; os consagro todo mi entendimiento para que no piense sino en vuestra bondad; os entrego mi cuerpo para que me ayude también a agradaros; os ofrezco mi alma para que sea toda vuestra; quisiera, oh mi amado Señor, que todos los hombres conociesen el grande amor que les tenéis, para que todos viviesen sólo para honraros y daros gusto, como Vos lo deseáis y merecéis. Yo, al menos, quiero vivir siempre inflamado en el amor de vuestra belleza infinita; de hoy en adelante quiero hacer todo lo posible para agradaros, y propongo firmemente no dejar de ejecutar cosa alguna que entienda ser de vuestro gusto, aunque me cueste cualquier pena o el perder todas mis cosas, hasta la propia vida; dichoso sería si lo perdiera todo para poseeros a Vos, que sois mi Dios, mi tesoro, mi amor y todo mi bien.
La comunión espiritual, etcétera.
A María Santísima
¡Oh dulce, oh grande, oh siempre amable María! No puede pronunciarse vuestro nombre sin que el corazón se sienta abrasado en vuestro amor, ni los que verdaderamente os aman se acuerdan jamás de Vos, que no se sientan al mismo tiempo movidos a más amaros. Ayudad, Reina del cielo, nuestra flaqueza; socorrednos con vuestro poder para que seamos vuestros fervorosos amantes. ¿Quién está más próximo para hablar a nuestro Señor Jesucristo que Vos, que gozáis tan de cerca su trato suavísimo? Hablad, hablad. Señora, que vuestro Hijo os oye, y alcanzaréis para nosotros cuanto le pidiereis.
VISITA IX
El venerable padre Álvarez vio a Jesús que estaba en el Sacramento con las manos llenas de gracias buscando a quien darlas. Santa Catalina de Sena siempre que se acercaba a recibir el Santísimo Sacramento, lo hacía con aquella prisa y diligencia amorosa con que se llega un niño al pecho de su madre.
¡Oh amabilísimo Unigénito del Eterno Padre! Conozco que Vos sois el objeto más digno de ser amado; y por eso deseos amaros cuanto merecéis, o a lo menos cuanto un alma puede amaros. Bien sé que, ingrato e infiel como he sido a vuestro amor, no merezco amaros ni estar cerca de Vos, como estoy ahora en esta iglesia, mas yo sé que Vos mismo pedís mi amor. Oigo que Vos me decís: «Hijo mío, dame tu corazón; amarás a tu Dios y Señor de todo corazón.» Si me habéis conservado hasta ahora la vida y no me habéis echado al infierno, como por mis culpas tenía merecido, ha sido para que me reconozca y me convierta todo a Vos, pues Señor, ya que queréis ser de mí amado, aquí me tenéis. ¡Dios mío; a Vos me rindo, a Vos me entrego, oh buen Dios, todo bondad y amor! Os elijo por mi único Rey y Señor de mi pobre corazón; Vos me lo pedís y yo os lo quiero dar; él es frío y endurecido, mas si os dignáis aceptarle. Vos le mudaréis. ¡Mudadme, Dios mío, mudadme! No quiero vivir más ingrato como he vivido, y tan poco amante de vuestra bondad infinita, que tanto me ama y merece un infinito amor; haced que de hoy en adelante os ame tanto, que de alguna manera supla la falta de amor que hasta ahora he tenido.
La comunión espiritual, etcétera.
A María Santísima
¡Adóroos, oh Virgen María! Vos sois, después de Jesucristo, la esperanza de los cristianos ; recibid la súplica de un pecador que afectuosamente os ama, particularmente os honra y tiene en Vos, después de Dios, toda la esperanza de su salvación; de Vos recibo la vida después de Dios, y por vuestra intercesión espero ser restablecido en la gracia de vuestro Hijo, os ruego que me ayudéis a librarme del peso de mis pecados, disipad las tinieblas de mi entendimiento, arrancad con mi cooperación los afectos desordenados de mi corazón, reprimid los esfuerzos y las tentaciones de mis enemigos, y gobernad de tal modo mi vida, que pueda llegar a conseguir, por medio de vuestra protección, la eterna felicidad del cielo.