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14 abril 2024

Bernadot. De la Eucaristía a la Trinidad.

Sigue CONSERVAR Y PERFECCIONAR LA UNION

En el trabajo
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Nuestro modelo - Jesús ha venido a la tierra para trabajar. Toda su vida se desarrolla en el cumplimiento de una obligación: Soy pobre y me crié en trabajos desde mi tierna edad. A ella se ha dedicado sin reserva, y jamás ninguna cosa le ha podido retener ni retardar de cumplir su obra, nada, ni aun el afecto filial que tenía a su santa Madre: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que Yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? Amaba sus trabajos, y para cumplirlos ha querido establecerse en una santa libertad.

Intenciones del trabajo — Su trabajo era un acto de adoración del Padre celestial, un reconocimiento de sus derechos soberanos. Ante todo, Jesús ha querido servir a Dios porque éste es el deber de toda criatura. Estoy en medio de vosotros como un servidor. El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir. Su honor y su alegría esta­ ban en ponerse al servicio divino. Cualquiera que fuera la forma de su actividad exterior, labrar la madera con su padre adoptivo, predicar a las turbas, andar largos caminos, llevar la cruz, su trabajo era cumplido con una religión llena de amor, con una humildad inefable y con la intención de glorificar a Dios.

También la noche de la Cena podía darse el testimonio de que había cumplido su obligación: Padre santo, tengo acabada la obra que me encomendaste; te he glorificado en la tierra. Era que por su Padre trabajaba, porque le amaba. El amor le arrastraba. Para que el mundo conozca que Yo amo al Padre, ¡marchemos!, dijo en el momento de emprender su gran obra, la Pasión.

Trabajar era para El, por lo tanto, cumplir la justicia: primeramente, porque su santa Humanidad debía emplearse en el servicio de Aquel que tan rica y gratuitamente le había dotado; y, además, porque había venido al mundo como reparador, como penitente universal. Habiendo tomado sobre Sí todos nuestros pecados, la reparación venía a ser su obra, el trabajo su destino: el trabajo penoso, rudo, doloroso. También experimentaba una alegría inmensa en gastarse sin medida, en trabajar sin descanso. El trabajo era su alimento, un festín para su corazón: Mi comida es hacer la voluntad del e me ha enviado y dar cumplimiento a su obra.

El cristiano debe tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús, unir sus intenciones a las del divino Obrero. Antes que nada amemos el trabajo, porque él es el servicio de Dios; y sea un acto de justicia, una obra de religión, una protesta de humildad y de dependencia, el reconocimiento de los derechos soberanos del Creador sobre su criatura.

Después, amemos la fatiga y el dolor que nacen del trabajo; porque es justo y bueno que el pecador expíe sus desórdenes. Si Jesús, el Cordero sin mancilla, ha querido sufrir tanto solamente por haber revestido la semejanza del pecado, ¿cuál no debe ser el trabajo del verdadero pecador?